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Llegando a Santiago del Estero, ya se presiente la fiesta.
Un día de agosto, justamente el 15, la abuela Carabajal, doña María Luisa Paz, cumple años, y aunque ya no esté en cuerpo y alma -falleció en el año 1993, cinco días antes de su cumpleaños.- la familia sigue la tradición de reunirse a recordar viejas épocas.
Maria Luisa fue esposa de Francisco Rosario Carabajal y tuvieron 12 hijos, casi todos músicos como su padre, que además era hábil fabricando cestos de mimbre.
Uno de ellos, Carlos, se convirtió en padre de la chacarera, igualando a su progenitor en título, pero por una razón distinta: una parte de su prole fue canción y melodía; la otra, carne en Peteco y Demi.
Hace un año, don Carlos Carabajal se fue a vivir su sueño a un lugar mejor que la tierra, justo unos días antes de festejarse el cumpleaños de doña María Luisa.
Este año 2007, la reunión en el barrio Los Lagos tenía entonces, doble significado:
Seguir festejando como tradición el cumpleaños de la abuela, y recordar al Padre de la Chacarera.
La fiesta ya traspasa los límites de las más de 300 almas Carabajal y de la casa ubicada en la esquina de Ingeniero Iturbey y Los Lagos. Está en el aire del barrio, sube hacia la estación de trenes de La Banda y llega a Santiago capital. La multitud que inunda las calles bailando, degustando cabritos, sangría, cerveza, y empanadas, supera lo que fue alguna vez una simple reunión familiar.
El fin de semana largo de agosto es el momento ideal. Desde el jueves 16, hubo peñas (donde se presentaron Presagio, Raíces, Los Hermanos Herrera, Los Runas, Cuti y Roberto, Demi, Jorge Luis y Pablo Carabajal); carabajalazo el sábado por la noche en el Centro Recreativo de La Banda; encuentros, música en las carpas, y un domingo bien santiagueño con escenario poblado de música dispuesto informalmente en la esquina más concurrida del barrio, por donde pasaron Cuti, Roberto, Musha, Walter, Peteco Carabajal y algunos invitados como Marcelo Mitre, Eduardo Mizoguchi, Manuel Orellana y Elpidio Herrera, más los amigos que se acercan a compartir el día
El domingo por la tarde en el barrio Los Lagos el humo de las parrillas se iba diluyendo tras los acordes de las últimas chacareras. La gente enfilaba hacia sus moradas ocasionales, para preparar el regreso a sus lugares de origen, mientras les quedaba un intento más: en el Club Olímpico de la banda, la Fiesta del Violinero, comandada por Néstor Garnica, para brindarle un broche de oro a esta fiesta grande en Santiago, que cada año traspasa los límites imaginados en aquellos días en que nadie bailaba la zamba como lo hacia la abuela.