Juan Martín Di Salvo le hará justicia a Eduardo Falú cuando el 7 de julio ponga en escena el espectáculo “El Caballero de la guitarra”, en Monteviejo, el ex Teatro del Viejo Mercado, en el barrio del Abasto, para celebrar el natalicio de don Eduardo y, por él, el Día del Guitarrista. Allí, el cantor folklórico de Adrogué, al sur del conurbano bonaerense, se aventurará a la compleja tarea de resumir la obra de uno de los grandes del folklore nacional, con quien tuvo contacto directo durante 10 años y a quien considera, además de un valuarte artístico, una guía.
La idea de Di Salvo es poner de relieve la obra de uno de los ejecutantes de guitarra más grandes que haya dado la música argentina. “Para que se mantenga viva la obra de Eduardo y para que mucha gente joven conozca la obra de Falú, que es tan profunda”, sintetiza el cantante que diseñó un homenaje que se sale de lo que podía haber sido una voz y una guitarra pero que será un espectáculo visual que tendrá, además, un recitado a cargo del actor Juan Ignacio Esteban, sesiones instrumentales de su guitarrista, el talentoso Hernán Fredes, y que tendrá a Juan Martín Di Salvo a cargo de las obras que Falú compuso con grandes poetas como Jaime Dávalos, Manuel J. Castilla, César Perdiguero, Albérico Mansilla, entre otros.
El espectáculo se propone, sin dejar de lado sus composiciones más populares, revisitar la obra de Falú desde una mirada apasionada y cariñosa, que funcionará también como una visita a los interiores de Falú, que tendrán su representación visual en los originales dibujos de Marcos Arecha. Habrá un segmento dedicado especialmente a la dupla creativa que formara con Jaime Dávalos.
El homenaje tendrá un invitado de lujo, el mismo Eduardo Falú, con material audiovisual en el cual el salteño cuenta el origen de las canciones, las anécdotas jugosas del detrás de escena de las composiciones. Aparecerá Falú contando la historia de "El rienda suelta", por ejemplo, y quedará el guitarrista Fredes en la soledad del escenario para contar al Falú instrumental, de cuerdas hondas.
EL MAESTRO DE CERCA
La admiración del músico del sur del gran Buenos Aires para con Falú nació hace 15 años y fue en vivo y en directo. “El día que fui a ver a Falú al auditorio de Radio Nacional, allá por el 2002, me di cuenta de que no quería otra cosa en mi vida que ser folklorista, que nada me hacía más feliz que eso. Me estremeció desde el principio hasta el final”, le cuenta Di Salvo a FolkloreClub. El cantor lloró escuchando a ese otro cantor y guitarrista del que tanto le había hablado su padre.
Después de ese concierto, Di Salvo pasó un día por Lavalle al 1500 y se preguntó si alguien, en Sadaic, podía decirle cuándo y dónde podía ir a ver y sobre todo a escuchar cantar en vivo a don Eduardo Falú. En informes le dijeron que preguntara en el área de cultura, de donde Falú era director. Subió con la pregunta hecha un nudo. Una secretaria, un asistente. Ninguno supo darle la información. Alguien le dijo “a ver, esperá”. Di Salvo esperó. A los minutos, desde uno de los salones el tono salteño retumbó en las paredes. “Vení changuito”, lo llamó. Era el mismísimo Eduardo Falú, el guitarrista leyenda, el que aprendió a despuntar los tonos de la encordada al tomar una guitarra del almacén de ramos generales de su padre, el que había formado el célebre binomio con Jaime Dávalos para escribir gloriosas páginas del folklore. Eduardo Falú, el caballero de la guitarra. “Me atendió fenomenalmente y además me preguntó si cantaba o tocaba y se comprometió a considerarme dentro del ciclo que Sadaic empezaba en el auditorio de la radio pública”, revela Di Salvo.
Tiempo después le llevó una grabación con una dedicatoria citando la milonga de su autoría junto al poeta Albérico Mansilla "Tiempo de partir". En la dedicatoria de su disco, Di Salvo escribió: "Quiero quedarme aún cuando me vaya en la memoria de quienes me han querido, en los versos triviales que repita con su cantar algún desconocido. Si es una expresión de deseo quiero que sepa que usted está y estará siempre en mi memoria y en los versos triviales que repite con su cantar este desconocido.”
“El maestro la leyó murmurándola en una media voz delante mío y cuando terminó de leerla me dio un abrazo, me agradeció esas líneas y se comprometió a llamarme por teléfono luego de escuchar el material. Así fue Me llamó, me citó junto al músico que me acompañaba, fuimos a su oficina y a partir de allí y durante diez años de vínculo me regaló charlas, cafés compartidos, anécdotas e incluso la fortuna de tenerlo entre el público el día que por primera vez canté en ese auditorio de Sadaic. El maestro Eduardo Falú fue y es para mí mucho más que una referencia artística y musical, es para mí un ejemplo de ser humano que supo comunicar a través de su gesta artística su don de profunda humanidad, sencillez y hombría de bien. Y aquí estoy hoy, repitiendo en versos, (no tan triviales), desde mi canto su obra eterna y su memoria”, cuenta el cantor.
Una de las tantas tardes que lo visitó vio que Eduardo Falú tenía girando en su equipo de música ese demo que el novato cantor le había entregado con cierto pudor. Falú tomó una hoja y escribió dos recomendaciones para que compañías discográficas consideren la voz de ese cantor que despuntaba y que ahora, a la vuelta de los años, para cerrar el círculo, convierte su gratitud en homenaje, un tributo merecido al caballero de la guitarra, un homenaje sencillo y hondo, como ese hombre que siempre andará en los tonos de todas las guitarras, de la prima a la bordona.