La chacarera es un universo infinito. Uno de sus más grandes hacedores no se cansa de explorarlo ni tampoco de reinventarse a sí mismo. Peteco Carabajal se presentó el domingo al frente de Riendas Libres, la agrupación que integra junto con Martina Ulrich y Homero Carabajal.
El terceto, que podría denominarse un Power trío de la música nativa, fue el encargado de cerrar la temporada de verano en el parador de la Ciudad Cultural Kónex. Y como si el clima supiera eso, la tarde de otoño se transformó en una jornada estival propicia para la fiesta. A las seis y media se abrieron las puertas y decenas de personas comenzaron a ingresar con sus mates, sillas y pañuelos en mano.
Media hora después, el show se inició a pura chacarera con “El amor como bandera”. Las palmas y los bailarines comenzaron una celebración que sería memorable. Siguió “Flores y chacareras” y abrió paso a la reflexión y la profundidad de “Tropeles”, una vidala canción, cuyos versos pertenecen al poeta santiagueño Cristóforo Juárez.
En seguida, la zamba “Un paso y un adiós” pobló la noche de pañuelos y parejas que se cortejaban mientras Homero, con su particular tesitura, narraba una historia de distancias.
El mate pasaba de mano en mano, de madre a hija, de hija a abuela. Literalmente, la noche del Kónex se transformó en un patio familiar. Y tal vez, algunos imaginaron la tierra de su niñez entre los giros y las vueltas que dibujaban con sus pies mientras sonaban “El Río y mis sueños” o “El fin de la infancia”.
Y desde la infancia, el terceto de Martina, Peteco y Homero llegó a las referencias, a los ecos de aquellos colegas admirados y se escucharon melodías entonadas por Gilda o Silvio Rodríguez, “Santiago querido” de Leo Dan o “Vagabundear” de Joan Manuel Serrat. Así, los tres se corrieron de su repertorio para compartir aquellas canciones que suenan en la intimidad del numeroso clan Carabajal.
En seguida, la juntada se pobló de aquellos clásicos que se cantan solos, porque están prendidos como pañuelo en la memoria popular: “Como arbolito en otoño”, “Perfume de carnaval” y “Como pájaros en el aire” fueron coreados por los presentes. Y no faltó la postal de alguna madre con su pequeño en brazos, de algún padre hamacando a su niño en cochecito al son de aquel arrullo conmovedor.
DE LA CHACARERA A LA CUMBIA
En una fusión de géneros y en un gesto de humildad, Riendas Libres le cedió paso al septeto cordobés Arrasa como topadora. Las músicas, no fueron “soporte” de un artista principal, sino colegas que hicieron un show dentro de otro, y que fue –a la vez- un show en sí mismo.
Siete mujeres le aportaron otra lumbre a una noche que ya estaba iluminada, el grupo integrado por Daniela Benvenuto (clarinete y voz), Daiana Cativelli (guitarra, voz, maraca), Jeésica Durbano (acordeón), Jane Rodriguez (güira y voz), Eliana Costa (timbaletas, rapeos), Marianela Chiabrando (bajo) y Daniela Arévalo (congas) hizo vibrar a los presentes con una energía que hace honor a su nombre.
Con covers versionados y 100% pegadizos, la banda de Villa María, conquistó al público con reinvenciones de “Mala Gente” de Juanes, “Y tú te vas” de José Luis Perales y un potpurrí “dedicado a una gran mujer de la cumbia” -según dijeron- con diversos éxitos de Gilda como “Fuiste” o “Corazón valiente”, entre muchos otros.
Además, llevaron canciones propias como “Don Juan” o “Fernet con Fanta”. Las chicas explicaron “somos una mezcla de cumbia santafesina, colombiana y cordobesa” y se mostraron agradecidas con los anfitriones y los presentes.
La cumbia y el folklore se hermanaron cuando Riendas Libres volvió a escena para entonar con sus invitadas “Digo la mazamorra”. “La estrella azul” y las clásicas chacareras “Desde el puente carretero” y “Entre a mi pago sin golpear” que cerraron la noche de un domingo fusionando géneros y uniendo a las personas, que bailaban y cantaban arriba y debajo del escenario. Sin dudas, una fiesta santiagueña y cordobesa en pleno corazón de Buenos Aires.