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Como el pescador de sus canciones, nació entre los sauzales, a orillitas del Paraná, el límite natural con Paraguay. De chico vio a los obreros del ferrocarril, a los pescadores y a los tareferos. En ellos, en sus dolores y en sus postergaciones, en sus manos rotas, en sus pasos lentos y en el grito que ahogaban con vino, Ramón encontró la poesía. La música se la dio la selva. Ha visto caer los copos blancos bajo el sol y sintió el aroma áspero de los secaderos de yerba mate. Pensó que algún día serían guitarra los árboles que bajaban por el río y supo que en ningún otro lado vería la selva espesa y verde romperse al medio con la tierra colorada, que es como una puñalada silenciosa del paisaje.
Lo que vio y lo que deseó lo convirtió en canción. Una de las virtudes de la poética de Ramón Ayala es no sólo la identidad como centro de su obra sino la obra misma como retrato del hombre. Donde había cosecha de algodón Ramón vio un cosechero, donde había yerbatales Ramón vio al mensú, donde había un río Ramón vio un pescador, donde había un quebrachal Ramón detectó el hachero, donde había un montón de troncos silentes Ramón descubrió el jangadero; donde sólo había picadas profundas Ramón pudo ver al cachapecero. Así, a golpes de pluma y selva, se hizo el Ramón Ayala que puso de relieve al hombre sin olvidar el paisaje.
VIDA Y OBRA
Ramón Gumercindo Cidade nació el 10 de marzo de 1927 en Garupá, una población ubicada a 16 kilómetros de Posadas y nacida 10 años antes como un emporio de secaderos de yerba mate que en siglos anteriores había sido una región productora de arroz. El ferrocarril le dio a Garupá una importancia mayor y lo volvió una especie de apéndice de la capital provincial.
Antes de tomar la guitarra, Ramón comenzó en la escuela su inclinación por la pintura. Pero cuando llegó a Buenos Aires, con ocho años, su madre y dos de sus hermanos, estaba asombrado ante la vida y lo deslumbraba la canción. En Dock Sud, un inmigrante turco se paseaba por sus ojos con una precaria guitarra. Tres pesos lo separaban de ella y su madre le dio el gusto. “El día que me la compró saqué el punteo de ´Mano a mano´”, recuerda.
Con sus manos rústicas, un obrero del puerto le enseñó al pequeño los primeros acordes, que pudo poner en práctica ya con el maestro del chamamé Damasio Esquivel, con quien debutó en el Palermo Palace de Buenos Aires. Su amistad con el mendocino Felix Dardo Palorma lo unió más tarde a Margarita Palacios, con quien giró por largo tiempo por países y ciudades que hasta entonces sólo había leído en las enciclopedias: Kuwait, Tanzania, Líbano, Irán, Uganda, Libia, Irak, Chipre, Dinamarca.
En los comienzos de los años 50 integró durante 11 años un trío que fue muy famoso: Sánchez-Monges y Ayala. Ya escribía sus canciones pero no imaginaba que alguna vez iban a grabar “El Cosechero” en Finlandia y Japón. No sé qué hace El Cosechero en la región de los hielos”, se sorprende y después explica. “La obra es así: nosotros largamos los hijos a la vida, podemos corregirles el camino, pero nunca sabremos adónde van a parar”. Así, y tal vez sin saber lo que estaba haciendo, creó El Gualambao.
En sus alforjas tiene sangre correntina. Su padre era nacido en Yapeyú, al tierra de José de San Martín.
Fanático de los sombreros y los ponchos, de las poesías y los cuentos. Pintor concienzudo y compositor prolífico, dice que su guitarra de diez cuerdas es “para hacer espamento”. Lo dice para que los demás rían porque es sabe del poder del humor y lo dice aunque se sabe dúctil en las notas precisas sobre las cuales acomoda el ritmo armónico de la poesía. “Hay adentro nuestro un ritmo en el cual la palabra se acomoda, se extrae de un reservorio interior de imágenes, de vivencias, de equilibrio filosófico. Las palabras están ahí, esperando que uno las toque para decir su sonido”, le dijo a este cronista. ¿Y que hay de lo que forman las palabras? ¿De la poesía? “La poesía es atrapar la vida con una red de palabras. De acuerdo a cómo esté hecha la red, o sea el conocimiento, uno atrapa la vida; y hay que atraparla con una buena red”.
EL GUALAMBAO
En su casa de San Cristóbal el maestro Ramón Ayala confiesa un sueño, el de todo artista: un estudio de grabación, un atelier, un auditorio para 60 personas, un lugar para hacer asados. Todo en su propia casa. El hombre está acostumbrado a crear, como lo hizo con el ritmo al que le dio origen. “El gualambao surgió por una necesidad, por una especie de mandato que uno no sabe de dónde viene. Misiones está en una cuenca rítmica que tiene por un lado esa música que viene del negro, aquella música del afro que viene volando por las selvas desde el Brasil, llega hasta nosotros toda esa resonancia. En esa lucha que se produce entre los tres idiomas,todos esos acontecimientos van formando una manera de ser que tiene una música especial que está teñida con el Paraguay y con el Brasil entonces dije voy a tomar esta feliz circunstancia de estos colores y estos sabores para meterlos en un ritmo, pero en qué ritmo. Ya estaba la galopa, la polca, el chamamé,la guarania, el rasguido doble. Entonces vamos a crear un ritmo que conjugue a todos, pero que sea auténtico, único. Tomé dos ritmos de polca que fueron el origen del chamamé y con toda la síncopa se formó otro movimiento del esqueleto humano y otro sabor que tiene un poco de afro y otro de guaraní que es nuestra esencia que marca el paisaje y lo que habita en el hombre. Así nació el gualambao.”
PUEBLO RAMÓN
En la noche de la cubana Sierra Maestra, los hombres de Ernesto “Che” Guevara atizaban el alma con una canción de su terruño: era El Mensú, la obra que Ayala compuso con su hermano, dedicada a los trabajadores de la yerba mate y cuyo título vino a nombrarlo para siempre. Ramón lo cuenta con cierto pudor, el mismo que no le permite confirmar los casi 400 temas que se le atribuyen, editados e inéditos. “Nunca conté las canciones; es mejor cantarlas que contarlas. Es avaro contar lo que uno hizo. Yo compongo de una forma disciplinada, casi como una religión y no creo en las religiones. Yo entro al templo del arte como si fuera una religión. Pero sólo creo en la religión de la vida”.
Mezcla música y pintura, como si en algún punto, para su vida, fuesen lo mismo. “Es la misma aventura el escribir que el pintar. Uno empieza y no sabe adónde va a terminar. Cuando uno escribe evoca imágenes, se mete en un universo misterioso y asombroso, lo mismo que con la pintura. Uno va por la calle y ve un árbol o una mujer bella o ve el atardecer. Todo en la vida es motivo de inspiración, pero debe haber adentro un secreto agazapado, con un lápiz y un papel, con una guitarra o un pincel.”
Sabe Ramón que ha cumplido el objetivo del artista: que su obra lo trascienda. “Llegar al corazón del pueblo”, dice él y fija la vista en un lugar al que no llega con la mirada. Por eso, el misionero que festeja 90 años luce feliz. Porque se sabe inmortal.
EL DATO
El Parque del Conocimiento será epicentro de un homenaje multidisciplinario que recorrerá la obra de Ramón. El espectáculo comenzará hoy a las 21 en el Teatro Lírico, con las actuaciones de la Orquesta de Música Popular, Coro Estable, Ballet Folklórico, Ballet Clásico, Legado Regional, Coro de Niños y Proyecto Late, a los que se sumarán los artistas Karozo Zuetta y Nerina Bader, y la coreógrafa y bailarina Mónica Revinski. Además,compartirán escenario artistas locales como Cacho Bernal, Joselo Schuap, Los Nuñez, Leandro Yahni, Gastón Nakazato, Gervasio Malagrida, Osvaldo de la Fuente y el grupo vocal Enarmonía, entre varios más.
El mismo viernes, en la Sala de Prosa, a las 19 se presentará el disco que grabaron músicos del Parque junto a Cecilia Phal el 30 y 31 de mayo de 2009 en el Teatro de Prosa, en el marco del Ciclo Homenajes “Los duendes de Ramón Ayala”. La Biblioteca Pública de las Misiones presentará una muestra literaria y de videos sobre Ramón, que estará abierta durante una semana a partir de este viernes. Además, el Centro de Arte presentará una exposición especial de pinturas de Ayala, entre otras tantas muestras en honor al juglar misionero.