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“El Cuchi era un melómano importante”, dice Juan al recordar a su padre. Tras el teléfono se lo adivina risueño, tal vez con la herencia de esa sonrisa tan propia del autor del “Carnavalito del duende”. Juan prosigue: “Tenía sus referentes, claro está. Tenía una gran admiración por varios músicos del jazz. Le gustaba mucho Bill Evans, Thelonious Monk, por nombrar a algunos pianistas del jazz. También disfrutaba de cierta música –por decirlo de algún modo- culta: Debussy, Ravel, Bela Bartok, Stravinsky. El Cuchi escuchaba ‘La consagración de la primavera’ y la seguía con las partituras. Tenía un librito con todo el desarrollo orquestal de esa obra y la seguía. Y así con otras piezas también lo hacía. El Cuchi escuchaba mucha música. Le gustaban algunas cantantes, las cantantes negras del jazz le parecían muy interesantes: Ella Fitzgerald le encantaba. Le gustaba mucho la música brasilera: la bossa nova, el samba y otras músicas”, comenta.
Esa diversidad de fuentes sonoras, aparece en los planteos musicales de “Don Gustavo”, y su hijo añade: “Ha sido un buen escuchador de otras músicas. También algo de tango. Ha vivido en La Plata cuando estudiaba y ahí se vinculó bastante con el mundo del tango. Tenía una amistad y una gran admiración por Horacio Salgán. También era amigo y admiraba al Mono Villegas, un pianista de jazz muy importante de nuestro país. El Cuchi escuchaba mucha música y tenía un gran interés por las nuevas propuestas musicales. Además, muchos músicos le acercaban material para que escuche y eso facilitaba su acceso a ese tipo de cuestiones”, relata. Y en seguida emerge una imagen desde el pasado: “Recuerdo que en mi casa siempre teníamos algún momento para sentarnos frente al tocadiscos a escuchar música, en aquellos viejos tocadiscos que ya no existen más”.
EL CUCHI EN CINCO
En el itinerario de la conversación, proponemos detenernos en las cinco piezas que Juan prefiere de su padre. “Es verdaderamente muy difícil elegir cinco temas del Cuchi. A mí me gusta mucho toda su obra, por supuesto. Tendría que hacer un ejercicio casi imposible. Con lo cual, puedo nombrar cinco temas, pero no podría decir que son los que más me gustan. Porque tanto como los que mencionaré, me gustan muchos otros. Empiezo con ‘La viuda’, una zamba que me parece extraordinaria. Creo que concluye y sintetiza todo lo que el Cuchi vino trabajando durante mucho tiempo por esa época. Es una gran zamba, en la que además yo viví muy de cerca todo el proceso de creación y le tengo mucho cariño. Creo que de las zambas del Cuchi, que es el fuerte de su música tal vez, es una de las más hermosas”, describe.
Y continúa: “También me gusta mucho la ‘Chaya por Toconás’, es un tema que no hace nadie. Lo hizo el Dúo Salteño, no sé si alguien más. La Chaya por Toconás es una forma musical muy poco usada y muy extraña, que tiene una poesía maravillosa de Manuel Castilla. Además, me gusta mucho ‘Amores de la vendimia’. Es una enorme zamba que también está muy poco grabada y es muy poco conocida. Con ella, el Cuchi ganó la primera Serenata a Cafayate que se hizo y que tiene una gran historia. En esa Serenata se presentó muchísima gente a competir con el Cuchi, entre ellos estaban Falú-Dávalos, gente de la talla de Espósito, tan importantes como Dino Saluzzi y Eladia Blázquez. Es un concurso que juntó a aquellos en los que yo podría pensar como lo mejor de la música popular argentina, allá por los años ’70, ’80. Y ganó el Cuchi con esa zamba que verdaderamente maravillosa, con letra de Manuel. La única grabación que hay de eso la hace Fernando Chalabe, un cantante lírico salteño que actuó durante mucho tiempo en el Colón.
Otro podría ser ‘El elogio del viento’. Me gusta en lo particular, primero porque es una de las obras que hizo con Armando Tejada Gómez. Y además porque me parece de una melodía muy bella, en una buena conjunción con la poesía. Yo soy antropólogo y me dedico a trabajar con los pueblos originarios. Ésa es una canción que tiene algo de la estética zapatista, a pesar de haber sido hecha muchísimos años antes del zapatismo.
Por último, me gusta mucho Me voy quedando, que es una gran letra del Cuchi. Es un muy buen ejemplo de un tema que no tiene una estructura tradicional, dentro de lo que son las estructuras folklóricas de nuestra música popular. Y tiene una letra extraordinaria. También lo muestra al Cuchi en su faceta de tipo apasionado, muy sanguíneo. Me voy quedando refería a “me voy quedando ciego”, en un momento en que él tenía unas cataratas. Lo operaron y quedó perfecto, pero él armó toda una historia sobre la posibilidad de quedarse ciego. Y sobre eso armó este tema, que fue un trabajo maravilloso”.
UN COMPOSITOR METÓDICO E INTENSO
Juan admira a su padre, y lo ha halagado en ese rol. En su casa había música, invitados y juegos. Y ahora rememora la vinculación del Cuchi con los pentagramas: “La relación del Cuchi con el trabajo musical es muy intensa. Es un trabajo verdaderamente. Él tenía sus ideas, intentaba desarrollarlas. Y lo hacía con método y con mucho laburo. A veces, había temas que salían un poco más fácil y rápido y otros que volvían a un cajón por un tiempo y los sacaba en otra época. Los rearmaba, los repensaba, los reelaboraba. Y hasta que podían salir del horno pasaba un tiempo largo y laborioso. El Cuchi trabajaba permanentemente en la música, y también en la poesía. Tuvo una primera etapa, en su juventud, de querer ser más un poeta que un músico. La música lo ganó, pero él escribía mucha poesía. Y se vinculaba muy bien con los poetas con los que trabajó. No le iba a poner música a poesía que no le resulte importante o interesante. Y, en general, los poetas que trabajaron con él fueron gentes con las que tuvo una vinculación de amistad. Y en esa vinculación construyeron un mundo mucho más allá de la poesía y de la música: un mundo de lo sensible, de las relaciones sociales, de los intereses políticos, ideológicos.
Desde ese lugar se vinculaba con los poetas”, subraya. Y en seguida, aclara, sobre el final de la charla: “Hay excepciones, por supuesto. Por ejemplo, compuso con Pablo Neruda, con quien no tuvo relación. O con Jorge Luis Borges, con quien no había muy buena onda. Y mucho menos después de aquel encuentro al que convocó Jorge Rafael Videla, aquellos encuentros con la cultura –que por entonces intentaban blanquear un poco el horror de la dictadura-. El Cuchi no asistió y públicamente negó esa asistencia con quienes en realidad estaban asesinando a sus amigos. A esa comida asistió Borges, hablando elogiosamente de Videla. Ese tipo de cuestiones lo separaban. Sin embargo, el Cuchi compuso un tema con letra de Borges, pero no fue el caso de una amistad”.