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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA

Había que estar allí. Había que ser testigos de semejante jornada. En el día del Músico, no había nada mejor que encontrarse en Cosquín.


24/01/2017

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RECORDAR


El día había amanecido gris. Tal vez como el panorama que dejó Luis Alberto Spinetta, cuando su poesía y su música, no iban a regalar nuevas obras de arte. En conmemoración del natalicio del “Flaco” es esta fecha y tal vez por eso, en las pruebas de sonido los técnicos pusieron Barro tal vez cantada por él y Mercedes Sosa… “Un racimo de luz” que se hacía presente, como el anterior disco de Federico Pecchia, que presentó lo nuevo: Corteza. Mirar a través de ella, era necesario para que la poesía, la buena música y el compromiso fuesen los pilares de la jornada, antes y después de que el cielo descargara su furia en formas de gotas.

El Patio de la Piry era la cita obligada cuando la tarde se iba. Un homenaje a Raúl Carnota era la excusa, la mejor razón para ir, la seguridad de que pasaría algo diferente. Antes de que comience, el Dúo Nuevo Cuyo, entre varios temas cantó Durazno Sangrando. Antes de presentarse en la Próspero Molina, y aclarar que eran “dos guitarras nomás” y que había que “volver a acostumbrarse a escuchar así un poco". Así cantaban “que esta noche nos devuelva a los perdidos”. Luis Alberto y Raúl no están… pero tampoco se fueron.
 
 QUIERO GRITAR TU NOMBRE 
“Piry me propuso armar algo en tributo a mi padre, cuando fue a Buenos Aires. Con la idea de celebrar a papá” contaba Guadalupe Carnota, que fue la presentadora en todo momento. Casi como una anfitriona de la memoria, fue la encargada de dar el puntapié inicial. Luego los artistas se iban intercalando a medida que la lista los nombraba. Pero el primero que habló de Raúl, fue el poeta y uno de sus tantos amigos Claudio Amancio Suárez que -aclarando que recordar es pasar de vuelta por el corazón- leyó “Palabras para Raúl”. “Hay cosas, Raúl, que es mejor guardarlas en el silencio…” comenzó diciendo, para que luego el recuerdo no callara. Sino que se disfrutara en la voz de los invitados. 

Yani Lui, fue la primera en subir a las tablas. Salamanca pa’ mí y Debajo de la Morera, abrieron noche para entender que todos, los que iban a regalaros esos momentos “pasaría(n) la vida entera /cantando con toda el alma”. A esa altura ya se sabía que, bajo el nombre del nacido el 23 de enero y del homenajeado directamente, no se podía cantar de otra manera.

Geo Broggini y Jorge Luis Reales hicieron La de lejos, mientras que en el Atahualpa Yupanqui, subían Tucumanos: Lucho Hoyos, Claudio Sosa, Topo Encinar y Juan Quintero. Ellos hicieron entre otros Juntarnos de Lucho y Viejo Cantor de Juan. Así, todo parecía irse relacionando por obra y gracia de lo mística que se iba convirtiendo la noche. Porque había que juntarse para traer al cantor; porque si Milena Salamanca llevaba a Soraya Maicoñia del Lof de resitencia mapuche y a Mauro Ciavattini con su grupo de aerófonos andinos, en el patio el viento del arte nos sacudía y nos hacía resistir;  porque si Mery Murúa cantaba al natural, Lucrecia Rodrigo presentaba su disco con ese nombre en la Plaza. 

Porque si Ramiro González recitaba un poema donde decía que “se es hombre y pueblo, solo si acaso se lleva en la memoria de los huesos, la música inicial de la esperanza” conmoviendo hasta al alma, Mariano Luque cantaba con toda ella en la transmisión, a todo el país invitando a Paola Bernal, Rubén Patagonia, Hernán Bolleta y Martha Chancalay. Allí descargaba su “fusil de coplas” para entender que “las canciones nos van a salvar”. Y para salvar a la noche, era obligada la vuelta a ese patio, donde todo era movilizante y emocionante.  
 
  ENTRE LA SOMBRA PERCIBO LA LUZ 
Presenta Trío, Micaela Vita y Juan Saraco, Guadalupe Fleitas con Sebastián Farías Gómez y Josho González con Juan Arabel, continuaron el repertorio. Estos últimos hicieron Luna de Guitian y Esencia de mi pueblo. “Tanta desesperanza envejece la sangre”, por eso, todos allí estaban para rejuvenecer. También quienes cantaban como Juan Quintero –quien cerró- y Lidia Borda. Que no lo cantó a Raúl, pero no hacía falta. Era el espíritu de él, en ese lugar lo que importaba y que se transmitía, en el tango, en su voz. Juan Iñaki también hizo de las suyas, cuando  versionó Desandando. “La primavera existe andando sin miedo por la soledad” se coreaba, se entendía y se buscaba al amucharse, cuando todo terminó o, mejor dicho, cuando género que se continuara.

Sentados en ronda, la guitarra de Juan fue pasando de mano en mano, de toque en toque, de poesía en poesía. Sin querer, la noche terminaba de la misma forma en la que empezó: con dos guitarras nomás. Allí Andrés Muratore, Lautaro Matute, Rodrigo Carazo, Mery Murúa y Juan, entre varios que se animaban fueron regalando contenidos hechos temas. Temas profundos, respetuosos, desde lo más íntimo.

Sabiendo la importancia del artista que se codea con su gente, de la necesidad de la pausa, que baja del escenario sabiendo que, la verdadera potencia se logra cuando es estridente el silencio (en esto Quintero es especialista). Y se escucha mejor lo que se dice. Cuando vamos todo por lo mismo. Por la mejor música, que es la mejor vida. Por el homenaje a Luis Alberto y a Raúl. En un marco de respeto y compromiso inagotable. Bajando el ruido en la tercera noche de Cosquín, para saber y decirnos mirándonos a los ojos: “Despacio también podés ser la luna”.


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