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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA


15/01/2017

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RECORDAR


La primera luna del Festival de Fortines de Ranchos empezó orillando las 22 con el aviso de los fuegos artificiales y con Los Hermanos Catullo. Siguió con la misma sangre: Hugo Catullo y su hermoso color de voz para cantar un repertorio variado de folklore mientras una luna amarillenta iba trepando en un cielo estrellado y la isla de la laguna de Ranchos iba refrescando el ambiente. Catullo hizo una parada en la estación de la zamba que los primeros en llegar bailaron en el preámbulo de una noche que tuvo emoción por el recuerdo al recientemente fallecido Horacio Guarany, pero también baile por Cuti y Roberto Carabajal y empuje por Destino San Javier.

El primero es mencionar a Guarany fue Ariel Perningotte, conductor de una radio local que -poncho al hombro- arrancó milongueando y después de recordar a Coco Ayala, recientemente fallecido, dejó un recitado sobre ls desventuras de una abuela en un geriátrico, en lo que fue su debut absoluto arriba de un escenario.

Después de la presentación de las diez candidatas a reina del festival -un segmento que a esta altura de la difundida cosificación femenina suena al menos como antiguo- llegaron Los Hermanos Salerno, que se pasearon por el folklore vivaz a tono con la fiesta, pero hicieron un alto para las zambas “Piel Morena” y “Del Chúcaro” para recordar al artista que en 2009 visitó esta fiesta. Cerraron con un set de tres cumbias y le dejaron el paso a Lalo Podestá, humorista de Luis Guillón, al sur del conurbano, que entretuvo e hizo reír sin golpes bajos ni tintes desagradables y mechando sus cuentos y chistes con alguna canción.

El nuevo día trajo fuegos artificiales y la actuación del ballet General Paz-dirigido por Norma Moyano y Carlos Martín-, que recreó el clásico y siempre vigente “Nazareno Cruz y el lobo”, actuado a la perfección por un cuerpo de baile de siete parejas que combinó calidad actoral, excelentes vestuarios y maquillajes con grandes cualidades a la hora de bailar.

En la síntesis de los puntos altos de festival es necesario abrir un inciso para los conductores: Sergio Melgarejo y el ranchero Marcelo Robertson. Con buena química entre ambos, no necesitaron de ningún lugar común para entretener en las “estiradas” para esperar a los artistas. Melgarejo, hombre de Necochea y habitual conductor de la peña de los Carabajal en Cosquín, terminó bailando chacareras en el escenario.  
 
 DESTINO DE CANTO 
Cuando habíamos cruzado el umbral de la 1 y el microclima de la laguna de Ranchos llevó la temperatura a los 17 grados, subió a escena Destino San Javier, formado por Franco, hijo de Pedro Favini, y por Bruno y Paolo, hijos de José “Pepe” Ragone. Empujados por un grupo de músicos potente y de alta calidad, el trío salió a comerse la cancha con un arranque a pura voz con “Por qué será” y una chacarera para abrirle la puerta a los clásicos del Trío San Javier. Es que los muchachos funcionan como un declarado homenaje a un grupo icónico del folklore, que tocó por 37 años. En eso cumplen.

La gente fue a escucharlos cantar “15 primaveras”, “A Monteros”, “Calle angosta”, “Será varón, será mujer” o el himno a Jesús María. Y las cantaron. Entonces hubo palmas afectuosas, por el recuerdo de esas canciones y porque los muchachos -que estiran mucho los diálogos con el público entre una canción y otra- se brindan a un espectáculo que tiene a Paolo como el más destacado de los vocalistas. El resto lo acompaña con buen tino: Favini para el suspiro femenino por su heredada voz grave; Bruno conduce ese homenaje que no parece extenderse más allá del fuego del Trío San Javier.
 
  TAPAME CON CHACARERA 
Casi a las 2 subieron Cuti y Roberto Carabajal, tío y sobrino de una familia que es la marca de una provincia que traduce las penas en alegrías. Empezaron con un segmento de chacareras nuevas de su disco “Con la guitarra en la espalda”, antes de las cuales Cuti avisó que iban a cantar “las viejas”.  Sin bombo legüero pero con el cajón peruano de Diego Cuellar en los graves; con la primera guitarra de Cuti y la primera voz de Roberto, más el teclado de Santiago Alvarado -que recreó el estilo del gran Adolfo Ávalos- y el bandoneón de Simón Campos, se plantaron en escena sin imposturas ni falsedades, con la identidad como bandera.  

En los clásicos dejaron felices a una platea que por la hora se había despoblado pero los acompañó hasta el final. “Entra a mi hogar”, “La baguala”, “Hermano Kakuy”, “Cruzando el dulce”, “Como pájaros en el aire”, “Desde el puente carretero”, “Dejame que me vaya”, entre otros.  Los santiagueños hicieron una incontable cantidad de chacareras tras la cual ofrecieron una delicadísima versión de “Perfume de carnaval”, perla del gran Peteco Carabajal. Pero también demostraron que Cuti es un autor que en silencio ha dejado su marca autoral: “Aquel tiempo de mi infancia”, funciona como un ejemplo de eso.  

Con el rasguido silvestre de Cuti y la voz siempre justa de Roberto, demostraron que no se necesita parafernalia alguna para llegar a la gente; alcanza con ser auténtico. Hacia el final, que parecía lejano cuando invitaron a las parejas de baile a dibujar fintas en el escenario, hilvanaron chacareras con gatos y zambas con escondidos para homenajear a Horacio Guarany con “Cuando me abandone el alma”. “Cuando inauguren mi muerte/No llores mi noche negra/Sembrame en mi pago, luego tapame con chacareras/Para que mi alma se lleve/El corazón de mi tierra”, cantó Cuti por no llorar. 

Eran las 3.22 de este domingo cuando se bajaron del escenario con siete parejas bailando con ellos y tras una hora y media de identidad a todo lo que da. Fue el epílogo feliz de un noche agridulce en la que el recuerdo de Horacio Guarany sobrevoló la luna de Ranchos como una estrella brillante del alto cielo del folklore.         
 
  EL DATO 
Hoy desde las 22 en el Festival de Fortines de Ranchos, Pancho Escalada, la elección de la reina y el cierre de Guitarreros.


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