}
Algunos creadores no mueren nunca, porque habitan en sus obras y en aquellos que las difunden. Y aunque eso sea cierto, también es verdad que el cuerpo en algún momento deja de ser ese puente con el mundo que nos rodea.
Hace ya cuatro veranos, en la madrugada del domingo 13 de enero de 2013, a los 82 años, se marchitó en su dimensión física el poeta Miguel Ángel Pérez, autor de enormes letras de nuestro folklore. Las más recordadas sean tal vez las vestidas con la música del Cuchi Leguizamón.
Fue el padre de la zamba "Si llega a ser tucumana", inmortalizada en la voz de Mercedes Sosa y versionada también por Melania Pérez, Liliana Herrero y Pedro Aznar, entre otras cantores. De aquella existe la revolucionaria armonización del Dúo salteño o la inconfundible recreación de Los Chalchaleros.
Perecito, como le decían, nació un 23 de septiembre de 1930 en Santa María, Provincia de Catamarca, pero a temprana edad se radicó en Cafayate y luego se trasladó hacia Salta Capital.
El catamarqueño, salteño por persistencia, pergeñó además los versos de "El regador", "Zamba para la viuda", "La santamariana" -con el "Cuchi"- "La virutaivino" –junto a Gerardo Núñez-, el huayno "Voy a las islas", "Canción de los prisioneros", "Vidala de la lluvia" y "Pa` don Nicolás", entre muchas otras piezas del cancionero folklórico.
Antes de pasar a otro plano, el poeta compartió una comida con su colega Leopoldo “Teuco” Castilla, hijo del recordado Manuel. “Fue un salteño que se fue a nacer a Catamarca. Era una marea de memoria y canto. Tenía una herencia magnifica de la memoria de nuestro idioma, que tanto se olvida. Vino a cantar y cumplió su palabra. Y lo sigue haciendo ahora mismo, con todas sus raíces al viento, desde el fondo de su tierra profunda”, señaló el Teuco en 2015, durante la presentación de las obras completas de Perecito, en la en la 41 Feria Internacional del libro de Buenos Aires.
Por otra parte, Humberto Pérez, hijo del autor, relató en aquella ocasión: “Para mí hablar de mi viejo querido es también pensar en mi madre, porque fue su inspiración y la columna de su hogar, de sus sueños y de su esfuerzo. Puedo decir que fue, es y será un ser extraordinario”.
En el prólogo de aquel volumen, Marta Schwarz escribió: “En él resonaba, multiplicándose como un eco, todo lo humano. La orfandad, la injusticia, el autoritarismo y el olvido lo herían en lo más hondo hundiéndolo en un amargo desaliento; pero a la vez el amor, la tierra y sus ciclos, la amistad y la música lo rescataban hacia una alta celebración de la vida”, explicó.
Miguel Ángel Pérez era un hombre sencillo, de mirada honda y un profundo amor por la poesía. Los años le llegaron con una aceptación sincera del final de la vida. En una ocasión dijo: “En algún momento me voy a tener que ir. Y está bien que así sea” Artífice de “Cartas a la casa”, “El cantar del Carnaval” y “Coplas al canto”, entre otros poemarios con los que signó la cultura del NOA y del país.
Sobre el arte de los versos, en una entrevista de 2012 para El Tribuno, Perecito subrayó: “La poesía me ha dado todo lo que soy, todo lo que anhelaba. Y me ha dado lo más hermoso que puede recibir un ser humano: felicidad. Me ha mostrado la felicidad, me la ha regalado”, enfatizó.
Así, con la felicidad de la poesía, Perecito revive en cada zamba, en cada verso, en su cadencia de cerros, carnavales y vino. Vino para brindar y celebrar en cada estrofa, en cada acorde su huella única e irrepetible.