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“No vayan a creer que no uso sombrero. Sí lo tengo, pero no me lo pongo porque con la altura que tengo parezco duende” dice Mariana Carrizo extendiendo su gran sonrisa, la salteñita de los valles calchaquíes oriunda de San Carlos, allí donde los cerros pintan de colores el paisaje que sube hasta Cafayate y luego hasta Animaná. De allí donde el vinito es muy rico, como dice ella contándole al público que “cuando éramos niños con mi hermano nos tomábamos el vinito que hacía mi abuelita, que tenía una viñita y nos escondíamos por ahí `pa que no nos vea...y por ahí escondidos nos quedábamos dormidos”. Así habla, en diminutivo, como acentuando su sencillez, detalle que cuando aparece la coplera, se agiganta con la voz.
La idea de “Soy de Salta y Hago Falta”, el espectáculo con el que la Carrizo presentó en el ND Ateneo su segundo trabajo discográfico “Libre y Dueña”, -el primero fue “Coplas y Bagualas”, es mostrar un poco algo más de aquella bagualera que sobre el inmenso escenario de Cosquín no sólo se puso al público en el bolsillo sino también el de la comisión de folklore, que la nombró consagración en el año 2004.
Además de coplear, Mariana repasó anécdotas de su carrera y de su vida en los valles, habló de duendes y homenajeó al Cuchi Leguizamón con el “Carnaval del Duende”, cantó amores con “Sirviñacu” de Jaime Dávalos y pintó su paisaje con la “Zamba de la Candelaria. No olvidó esas coplas que se llevaron los aplausos en Cosquín, ni tampoco los contrapuntos que ella misma hizo entre el hombre y la mujer a la hora de hablar del amor y siguió acompañada de los músicos Alejandro Tula en percusión; Omar Herrera en guitarra y Charango y Chumpy Cardozo en guitarra con “Cuequita del Desengaño”, “Zamba de la Bailarina” y “Doña Ubenza”.
“No van a querer que les de una clase de caja acá, eso tiene otro precio”, le dijo al público, explicando que cada tamaño de ese instrumento tiene un sonido distinto para acompañar el estado de ánimo de quien lo toca. “Si en Cosquín me la querían enchufar a un micrófono” remató, recibiendo las carcajadas generalizadas del público. Entonces ahí mismo explicó que el sonido de la caja que iba tocar implicaba una tristeza del bagualero porque el eco era triste. Entonces cantó la “Vidala para mi Sombra” de Julio Espinoza y se despidió despacito, como cuando llegó entre las sombras del escenario.
No tan despacito como avanzó su carrera en los últimos años, que la trajo de los valles hasta la ciudad a llenar teatros y recintos, consagrarse en los festivales y cruzar el Atlántico en los próximos días, para emprender una gira por España que durará un mes.
Que dirán los españoles cuando ella con su cajita les cante sus coplas, como aquella que dice:
“Con la caja y los palillos
ya sabrán a lo que vengo
a divertirme cantando
ese es el gusto que tengo”.