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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA


10/10/2016

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RECORDAR


La niñez es uno de esos paisajes sonoros que permanecen en la memoria de modo irreductible,  y se  torna más vívido si ha trascurrido en lugares de cierta intimidad. Con esa premisa y para recorrer sendas con paralelismos y divergencias, el Chango Ibarra y Eliana Cejas se subieron al escenario del Teatro del Viejo Mercado el pasado viernes.

“Infancias puebleras” se desplegó en una sala concurrida, donde se vio algún que otro mate y muchas empanadas, donde el espíritu de los patios de antaño y la humildad del barrio se vistieron de música.

Eliana Cejas inició el convite con un  variado terceto: “La huella larga”, “Sólo un sueño” y “Chacarera del milagro”. Con su voz clara y trabajada la cantora abordó un repertorio en apariencia sencillo, pero de una interesante complejidad, además de transitar diversas regiones: el Litoral con  “A mi Corrientes porá” y “Recuerdos de Ipacarai”, el Norte, con la “Chacarera del sufrido” y “Flor amarilla”, entre otras,  y la zona pampeana con las melodías que iniciaron su parte del concierto. Con más de una decena de canciones, Cejas demostró una gran personalidad escénica, con el plus de sus giros interpretativos, donde grandes clásicos se renovaban con sus elecciones de fraseo o leves cambios melódicos. El bis llegó con Selene Capello como invitada en charango para “La Bolivianita”. Allí, la cantante alzó a su pequeña hija para cantar con ella en brazos y despertó la ternura de los asistentes.

Luego, el Chango Ibarra, sembró sus propias músicas, con aroma a río y ciruelas, en toda la sala. Sonó el tríptico que abre su trabajo “Asoliáu”. Primero, fue “Brote” donde el acordeón y la guitarra dialogan con un vaivén que remite al devenir del agua,  y al que después se suman la percusión y el bajo, con algunos unísonos prolijos  y marcados.

Siguió “Belleza”, donde la guitarra parece cantar entre punteos en un contexto instrumental que emerge como un amanecer en el campo.

“Todo es un regreso a lo que definitivamente somos: la infancia”, Ibarra recita esas y otras palabras que inauguran “Regreso” que, lejos de la nostalgia, remite a la alegría de la niñez, con aires de canción de cuna. Los recuerdos germinaron con el relato “La casa de la abuela Teresa”, que antecedió a “Música de allá”.

El idioma hablado se mezcló con las letras que entonó Esteban Sarlenga  en la conmovedora “Gurisito pescador”. En  “Tres besos”, la escena fue puro romance de mariposas cuando Eliana Cejas volvió a escena para un sentido dueto.

Así, el compositor gualeguayo y su grupo retrataron el Litoral y su inmensa profundidad, así la cantora recorrió diversas regiones con su voz. Los dos mostraron su autenticidad y su amor hacia la música nativa en un teatro que los cobijó con calidez, felicidad y respeto, en una noche que avivó las emociones más intensas al calor un arte que resuena mucho más allá de los oídos y que mereció aquel  aplauso final de los presentes, seguramente para agradecer a la vida por las músicas y por mucho más.  


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