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En el sueño vio a un hombre reclinado en un árbol, cantando en soledad, arrancándole tonos a una guitarra, acaso melancólico. Se despertó agitado y con la madrugada declarada en su cuarto de paredes gruesas escribió "Vidala tengo una copla no me la vas a quitar". Fue la primera de una larga lista de canciones que compuso José Ignacio “Chango” Rodríguez. La llamó Vidala de la copla.
Antes del sueño adolescente, cuando tenía cinco años, le dijo a su madre que si le dejaba tocar la guitarra él le iba a dar 5 centavos. La madre, que estaba preparando el acto de fin de curso de 1920, se rió y le enseñó los primeros tonos a quien de niño se hacía llamar Eduardo Toberán y de grande se anotó en la historia de la música popular como Chango Rodríguez.
Chango es un compositor vigente, que hace dudar a cualquiera que un 7 de octubre de 1975 murió en la provincia en la que había nacido y a la que le dio un rostro con su poesía y su música: Córdoba. Hasta allí había llegado su padre desde Catamarca y su madre desde La Rioja.
En la potencia actual de sus canciones (De mi madre, Zamba de abril, Vidala de la copla, Zamba de Alberdi por caso) queda certificada la poesía como rasgo preponderante. Su obra es personalísima, construida al calor de sus vivencias personales, nutrida de sus viajes y también de sus errores.
Melancólico y alegre al mismo tiempo, era un gran contador de cuentos con de toda la picardía y el tono cordobés, un poeta sintético y un creador de ritmos folklóricos. Inventó diez de ellos, introduciendo variaciones entre ritmos tradicionales con formas más actuales. La marea, el playero, la milonga rápida y el carnaval moderno son algunos.
El reconocimiento al que tanto le había costado llegar lo logró gracias a sus canciones, en las que revive una Córdoba de universitarios y peñas, de barrios encantados donde las luces de los balcones se prenden y se apagan. Pero también dibujó los contornos de otros paisajes y personas. “Cuando estuvo en Tartagal compuso un tema. Viajó a Santa Cruz de las Sierras y escribió otro. Cuando estuvo en Tucumán y Santiago del Estero dejó su testimonio en canciones. Era un caminante con un carisma muy especial. Su vida fue de película", opina Raly Barrionuevo, que en 2014 le dedicó un disco de punta a punta al que llamó sencillamente Chango.
Fanático de Instituto y de su caballo, llamado Chango Rodríguez, se preocupaba porque sus canciones fueran bailables. Lo explica así en una nota del Nuevo Diario de Santa Fe de 1969. “Mi inquietud se proyecta en la creación de una música popular bailable y de nuevos ritmos que atraigan a la juventud, tomando siempre como punto de partida a la más típica expresión argentina, el folklore”. Esos ritmos fueron el eje central de Los de Córdoba, que llevaron una canción del Chango hasta el Cosquín ´66, que perdió a manos de una perla del cancionero, El Corralero, de Hernán Figueroa Reyes. A su mujer la enamoró tocando la guitarra como si fuese un piano, poniéndola sobre la mesa. “Me impresionó”, recordaba la Gringa, que hace unos años se sentó en la primera fila del Festival de Cosquín para esuchar a Raly Barrionuevo cantar Luna Cautiva.
MÍSTICA DE CÁRCEL
Se casó a los 50 años, en 1965, estando preso en la cárcel de Córdoba juzgado por asesinar a su compadre de un balazo en la cabeza, en un hecho que al día de hoy sigue generando confusiones.
Recibió 12 años de condena que el dictador Juan Carlos Onganía obvió para dejarlo libre a través de un indulto, el 11 de septiembre de 1968. Se pasó cinco años a la sombra de los barrotes por donde entraba la luna que le alumbró su canción más famosa que Horacio Guarany le pidió para estrenar en una visita que le hizo a la cárcel. Desde los barrotes fríos, Chango Rodríguez creó una mística compositiva como ningún otro autor nacional.
En 1966 declaraba a la revista Folklore: "Tengo un mundo diferente en mis manos. Tengo mi guitarra y mi canto, eso es mi vida. Las canciones que han salido de mí, traspasaron las fronteras y están en la calle. Es como si yo estuviera en libertad. ¡Qué hermoso!”
Mientras estaba preso murió su madre. Mientras estaba preso compuso gemas de la canción popular mientras la sociedad cordobesa lo hacía a un lado y su esposa juntaba voluntades para pedir su liberación. Habían encerrado a un pájaro. Pero el pájaro no detenía su trino.
A poco de recuperar su libertad el Chango condujo en LV2 Radio General Paz, en 1969, el programa "El fogón de los arrieros". Muchos, en Córdoba, lo miraban de reojo. Un año más tarde formó Los Tres de la Cantina, con músicos que venían del bolero, con quienes ensayaba en una casa de Riobamba y Colón, en Córdoba. Con esta formación llegó a Cosquín en el verano de 1971, donde una canción suya ganó el premio de canción inédita popular por “María Cosquin”. Con ellos registró un LP donde incluyó “Zamba de Alberdi”.
Al Chango no lo enloquecía el éxito pero tampoco quería el ostracismo. Prefería el equilibrio. “No me gusta ser primero ni último; quiero tirar y regular. Porque sí tiro flojo me caigo y si tiro fuerte se corta", decía.
Un tiempo después, cuando quieres lo criticaban se dieron cuenta de que sus canciones habían entrado por la puerta grande de las coplas populares, el poeta que convertía a sus sueños en canciones se fue para siempre al silencio. Dejó tras de sí una obra con casi 400 canciones que ya son parte del inventario del folklore argentino.