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Notas
ENTREVISTA

El santiagueño, mito vivo del folklore, lanza disco doble con reversiones de viejas canciones e invitados. Habla de la necesidad de difundir la cultura popular argentina. ''El arte nuestro merece ser difundido'', dice.


Fotos: Télam

08/10/2016

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RECORDAR


Vitillo saluda así: aprieta la mano con fuerza, mira a los ojos y repiquetea los pies contra el suelo como para que su saludo sea también un sonido de la tierra que late viva bajo sus pies, con el mismo vigor que tiene esta leyenda viva del folklore, que acaba de editar un disco doble. 


“Hay que argentinizar al argentino”, dice Víctor Manuel “Vitillo” Ábalos y los ojos se vuelven pregunta. Sabe, a los 94 años, que no se ama lo que no se conoce y que la falta de información a la que son sometidas las nuevas generaciones -y también las pasadas- ha llevado a un desplazamiento de la música nacional, en lugar de la cual el peso del mercado se ha apoyado con todo su capital hasta borrarla. O al menos hasta intentar hacerlo respecto del circuito de consumo masivo.  


Tal vez por eso es que Vitillo, santiagueño como el río Dulce, se metió en el brete de grabar un disco doble a los 94 años, cinco meses y siete días. “Hoy crecen sin conocer la identidad argentina. Pero muchas gente joven y no tan jóvenes se acercan a conocer el tango y el folklore sin dejar de bailar o de escuchar otros ritmos, porque no es necesario dejar nada conocer lo nuestro. El arte popular argentino merece ser difundido”, dice.


La explicación a tanta raíz está en casa: en el patio de los Ábalos había un piano. A la tardecita venían amigos y los hermanos más grandes hacían música y danza. Había un muchacho llamado Enrique Farías Gómez, que tocaba el piano como los dioses. Con el tiempo “Tata” Farías Gómez fue el papá de los Huanca Hua. “Yo miraba todo eso y recuerdo, cuando tenía dos años, ver bailar a mis padres la zamba: sentía que no tocaban el piso”, recuerda Vitillo. 


Antes era como ahora: Dios atendía en Buenos Aires. Y como los Ábalos querían seguir estudiando y en Santiago había sólo primario y secundario, se trasladaron a la gran ciudad a finales de 1938. El padre compró una casa en la calle Santiago del Estero para que no extrañasen tanto.


 ESTO Y AQUELLO 
"El disco de oro. Folkore de 1940", se llama la placa doble formada por un disco con canciones de Los Hermanos Ábalos regrabadas por Vitillo junto artistas como, Raly Barrionuevo, Leopoldo Federico, Liliana Herrero, Peteco Carabajal, Jimmy Rip, Juanjo Domínguez, La Bomba del Tiempo, Elpidio Herrera, Jaime Torres, Omar Mollo y Facundo Saravia, entre otros. El segundo disco agrupa 20 canciones de los Hermanos Ábalos que expresan el sonido del folclore de 1940 en sus registros originales. "Todos tenemos huellas digitales diferentes. Y en la música funciona de la misma manera. Por eso estas canciones que se tocaron tanto aparecen acá en versiones nuevas”, dice Vitillo.  Los Hermanos Ábalos (formación que además se integraba con Machingo, Adolfo, Roberto y Machaco) fueron creadores y recopiladores de clásicos del cancionero popular: "Agitando pañuelos", "Chacarera del rancho", "Nostalgias santiagueñas", "Carnavalito quebradeño", "Zamba de los yuyos", "El gatito de Tchaikovsky", entre más.


Vitillo protagoniza con sus hermanos un récord: ningún otro grupo musical formado por cinco hermanos ha logrado tocar durante 60 años de forma consecutiva.  "El arte popular tiene su ciencia. Y los jóvenes tienen que aprenderla, que conocerla primero. Yo ando mucho con jóvenes, pero con aquellos que han estudiado. Siempre se dice que la música es el arte de combinar los sonidos, pero, como decía mi hermano Adolfo, también se trata de combinarlos bien", dice con esa gracia traslucida en sus ojos pícaros.


Uno lo mira a Vitillo, casi sin arrugas, el pulso firme, la columna erguida, el palillo exacto acariciando el tiento del legüero, el repiqueteo de sus pies en el zapateo y piensa en el fuego secreto que lo sostiene. Lo descubre en una frase. “Cuando sea grande me voy a retirar”, dice. Y se ríe. 


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