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Y la Negra llegó para quedarse, para alegrar el corazón de un público que la sigue queriendo y esperando.
El multitudinario concierto que brindó en el Rosedal de Palermo el sábado 18 de febrero fue pura emoción. Se calculan 75 mil personas las que fueron, en el cierre de los recitales gratuitos auspiciado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
El show fue único por la variedad en el repertorio, por los invitados, alguna que otra sorpresa y porque la felicidad de verla cada día más saludable es grande.
A partir de las 21.15, su voz se hizo canción en Como la Cigarra, para continuar con Palabras Para Julia, acompañada por Liliana Herrero.
“Que hermoso es estar acá, ustedes nos saben como los quiero, este día no lo voy a olvidar nunca”, repetía una y otra vez mientras se sucedían temas como La Canción es Urgente; Himno de mi Corazón; -con Diego Torres de invitado-; Yo Vengo a Ofrecer mi Corazón; Cuando no Estás -a dúo con Horacio Molina-; Volver a los Diecisiete; Desarma y Sangra; Al Jardín de la República; La Simple y Dejame que me Vaya, dos chacareras con las cuales invitó al público a bailar diciendo: “¿Qué pasa que no bailan? ¡Vamos, quiero que bailen!”
El punto más alto fue la llegada al escenario de Charly García -quien arribó en una limousine blanca-, especialmente invitado por Mercedes Sosa, la acompañó al piano en tres temas de su autoría: Cuando Ya me Empiece a Quedar Solo, Inconsciente Colectivo y De Mi. “Yo conocía a su madre y ya me decía que su hijo era talentoso. Lo comprobé cuando volví al país y me sentí orgullosa de él al escucharlo con Serú Girán” dijo al presentarlo.
La emoción bajó del escenario para instalarse en el corazón de la multitud que colmó los bosques de Palermo, desde el lago hasta el terraplén, desde el rosedal hasta casi llegar a la avenida Libertador, en una noche que parecía hecha a medida, cálida y con el cielo estrellado.
El final se convirtió en un ritual en todas sus presentaciones desde que volvió a los escenarios: la canción Luna Llena y el bailecito para luego desaparecer detrás del escenario.
El grito de ¡Negra, Negra! Seguía retumbando mientras ella se retiraba por la avenida, emocionada y satisfecha por el calor que le brindó el público, que siguió viaje en la noche de Buenos Aires, algunos hacia algún festival cercano, otros a sus hogares, todos con la sensación de haber vivido en manos de Mercedes Sosa momentos mágicos e inolvidables.