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Lucrecia Rodrigo, pampeana -pero adoptada por Córdoba-, sacó su primer disco. Un recorrido de diez temas donde zambas, chacareras, vidala y huellas, entre otros, hacen de cada tema una buena noticia en la escena y un conocimiento más acerca de esta cantautora.
Dicen que cuando algo bueno es sencillo, entonces es doblemente bueno. Esa premisa, en Natural, se va cumpliendo desde que Lucrecia entrega el disco, un viernes en la fresca Córdoba. Desde el arte de tapa hecho por Mariano Luque y las fotos de esa especie de libro en que se presenta, tomadas por Ximena Alvarez Heduan (o Descalza por los caminos), todo va cumpliendo con el nombre del trabajo y lo lleva a cabo.
Diez temas que comienzan con una zamba, donde el músico invitado es Rubén Patagonia, quien pone su voz para hablar de conjuros aprendidos de sus abuelos. Esta zamba, que habla de los vientos, del recuerdo, de cruces de sal para ahuyentar lluvias, se llama Del conjuro. A diferencia de películas taquilleras extranjeras de terror, el nombre trae los mejores espíritus y buena predisposición para sentarse a oír el disco. Además que es de Bustriazo Ortiz la letra, “uno de los poetas más importantes que dio La Pampa” en palabras de Rodrigo y la música de Guri Jaquez, para que al abrir el disco, ya su provincia esté presente.
Se van alternando históricos y colegas de la continuación del folklore. La chacarera Lumbre y Esencia, de Emiliano Zerbini en letra y música, da cuenta de ello, al igual que otros invitados que irán apareciendo a medida que vaya girando el disco. “Soy lo que me ven cantando”, se escucha, y esa es la mejor manera de prestar atención a la huella Como los cardos rusos. Lucrecia sabe trasmitir lo que la ha marcado y mejor aún, sabe cómo dejar marca.
TODOS LOS AÑOS CABEN EN UN DISCO
Resumir una carrera que comenzó en 1999, en un primer disco no debe ser tarea fácil. Han quedado temas fuera, pero siempre hubo uno que no iba a faltar. Hay una voz que es familiar, recitando: “Que triste andará la muerte de saber que la he vencido/al seguir vivo en las voces de los que hayan elegido/ el canto con que renazco para burlar el olvido”. Es Ramiro González que abre Cuando me abandone el alma (Raúl Trullenque y Cuti Carabajal). Sentida voz, para una temática no menor y una chacarera que tampoco lo es: fue la primera que aprendió a tocar Lucrecia. Seguramente se sabrá, con una especie de alivio, sabiendo que renacerá en la voz de los que la hayan elegido, cuando ya no pueda cantar más.
De una canción que siempre la acompañó en la vida, a una donde ha comenzado la suya y se ha formado. La Pampa es un viejo mar, una milonga a la mitad del disco, es la mejor presentación e invitación para conocer aquellos lares. Demostrando que la raíz y el recuerdo no se pierden, más allá de que la ciudad que se eleva la tiene entre sus habitantes.
No es casualidad entonces, que aparezca luego el primero de los dos temas, que la tienen como la responsable de la letra y la música. Yo lo he visto, es un gato, no solo para bailar. “Donde retumba el grito está quieto el temor” se escucha de una artista que ha pasado de La Peatonal en Córdoba a cantar en peñas y shows, donde cada vez más gente la disfruta y sabe de lo que canta. “Vive buscando almas, vacías sin soñar” sale de su voz que le canta a una “aparición”, un tema para dejarse llevar, sin muchas explicaciones. Como lo que se tenga naturalmente, dejarlo volar, sin más. Para que la imaginemos apenas llegada a la Docta con su “guitarra cansada” como suena en Huella perdida de Cesar Fernández. “No tengo más equipaje más que un anhelo”, puede ser el resumen de este trabajo, cantado de una manera muy delicada, y a la vez con fuerza.
Hay dos chacareras más: Corazón de lechiguana (Ferreyra Federico Marcelo/ Onofre Paz) y Añapita (Corpos Felipe Benicio/ Sixto Palavecino). El primero con Añapa Dúo, como invitados, “para apaciguar las almas” como dice la letra pero mover el cuerpo. Necesario para aquellos que quieran salir en las peñas o en sus casas, a dar media vuelta o vuelta entera, al ritmo de la canción. Igual que en la segunda, pero en ese caso por y con “sueños de amor”.
El último tema, Sin tu voz, es una vidala hecha por ella. Sentida, delicada, profunda. No solamente canta más que bien, sino que compone de la misma manera. Mejorar el canto, más allá de sus condiciones naturales, es producto de su profesión (fonoaudiología). Componer así, de su sensibilidad, de buscar coplas por las noches, de lo que le genera la música de raíz en ella. Cerrar la lista con una canción propia, es demostrar que el desafío de saber si presentaba o no algo suyo, fue superado y con creces.
Que sean diez temas, que en promedio superan por poco los tres minutos, parece ser una noticia mala, porque dan ganas de seguir oyéndola. Lo bueno, es que es recién el primer disco.
Al escucharlo, es imposible no recordar una charla, donde la misma Lucrecia decía que las redes sociales segmentaban su público desde 35 años para arriba. Ojala que se equivoque la tecnología, y que amplíe esa llegada. Sería mejor que se naturalice su nombre y su voz en varias generaciones. Que sea, como ella escribió: “Natural como el viento pampero, el aire y el amor…”.
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