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Como siempre el anfitrión, da la bienvenida. A la gente, a la música, a la noche de agosto en La Docta. Lucas Heredia, hablaba de un encuentro que “busca mostrar el país que se construye en cada una de las canciones. Que conjura todo aquello, que muchas veces no muestran los medios, que construyen realidades”. Así El sitio preciso era ese, en ese viernes, el mismo donde Lucas –entre otras cosas- cantaba: “Suelto la voz buscándote y se aparece tu don de volver”. Y desde el fondo Coqui Ortiz escuchaba atento y aplaudía.
Y el país de la canción fue invitado a hablar, entonces un Coqui, sin el pelo largo y sin boina subió. Eso fue lo primero de lo que habló, con la alegría de saberse esperado y cobijado en Córdoba y con las dudas de la gente, al verlo sin su boina típica. Su madre le decía que con ella se quedaría pelado, pero todos sospechamos que era para cuidar las ideas que salían. “Para que sepan que soy Coqui, me la voy a poner para cantar”.
El show comenzó intimista, poético y con las manos en el piano de Juan Mora, como acompañantes. “Dejar cantando hasta el alma” decía en sus décimas y “suerte que tengo memoria, que es el tesoro del hombre” para recordarnos que si queremos construir un país, el recordar es siempre vital. Por eso, luego de arrancar con “El Sauce y el Río”, “Hermana Memoria”, llegó para reafirmar que “no olvida quien no recuerda, sino el que elige olvidar.
LA COPLA BROTA COMO SANGRE
Si agosto y Coqui Ortiz se juntan, el resultado siempre será Aledo Luis Meloni quien vendrá a la memoria, a las imágenes, al oído en forma de coplas. Si es agosto y anda por ahí Coqui, Don Aledo aparece. Porque en el día de la Pachamama, hubiese cumplido 104 años. Porque este poeta del Chaco, nacido en Buenos Aires, tuvo su homenaje en vida, que es más valioso y más por alguien que se acercó a su casa para conocerlo y mostrarle cosas que escribía, y luego empezaron a grabar un disco y a girar juntos.
Quedaron testimonios de tarde compartidas, fue un disco grabado con el “Negro” Aguirre, que se invita a escuchar solo, por más que Ortiz diga ante el público que con sus versos “llegaba a lugares que parecen sencillos, pero son difíciles de llegar”. Con la ayuda de Lucas en la consola, para que la magia tecnológica nos traiga de a ratos la voz y las manos de Aledio, la noche se llenó de copla, que “como la sangre, ha de brotar de la herida”.
Fuente y Pueblo, siguieron para saber desde donde se viene. “Yo le doy mi voz al pueblo y el pueblo me da su voz”. Si queremos saber cómo es el norte, escuchémoslo, cuando la “amistosa convivencia entre la injusticia y la muerte” nos pega y nos duele. Y su voz, va dibujando la noche y acompañando a la de Coqui… Y viceversa. Escucharlo, es entender de la paz, de la que hablaba Silvia Majul, amiga suya y nuestra. Que iba a Chaco cada vez que cumplía años, que mandaba fotos con sus remeras de Boca –el hincha más viejo del club más popular-. Que recuerda los abrazos, y a la distancia los abrazamos. Que lo lee, que lo llama, que lo recuerda, que lo respeta y con ella es un poco de todos nosotros. Y Coqui, es un poco de él también. Para que esta comunión no pare.
COPLAS DE FANTASÍA
El disco que grabó junto al coplero, siguió su curso con Seis coplas de mocedad, Soldadito de plomo, Mi libertad, para escuchar en audios cosas como: “Sólo envejecemos cuando dejamos de amar”; “Las coplas que yo viví no son ajenas son mías, las otras sí, sus dueñas son la fantasía” y “porque morir a destiempo si hay tiempo para morir”. A todo eso, entre piano y guitarra, Coqui lo hermoseaba un poco más. Con esa cosa “zitarrosezca” que tiene, con esa forma de tocar, con su repertorio que siguió con El aquerenciado, un “rasguido triple”. Tal como lo dijo él: “Una explicación básica para un toque complejo”. Es que así, fue esa parte del show. Lo difícil que parece fácil (tocar, cantar, contar), y lo básico que se vuelve complejo para explicar.
“La palabra echa a volar en el canto” fue presentado, sumándole algunos toques propios como Garzas viajeras. “De las canciones más bellas que hay en mi región, está siempre me acompañó… desde la infancia” comenta después de cantar “una celebración de la palabra de un poeta como Germán Correa”. Que se quede la palabra suena y eso resume toda la noche. Que se quede la palabra, mientras por ahí hay un Chamamé que se eleva, mientras se cumple lo que se canta: “Cuando un coplero se muere, comienza a andar su memoria; lo que la muerte le quita, se lo devuelve la copla”. Y cuando deja de cantar Coqui, algo de eso se profundiza, con Aledo en nuestras memorias, con Lucas como anfitrión, con Ortiz que cuenta historias de guitarra.