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En Córdoba, más precisamente en Cocina de Culturas, actuaron Edgardo Cardozo y Juan Quintero para presentar el disco Amigo. Una noche inigualable, para entender que no hace falta mucho más que una guitarra - a veces- para disfrutar el buen arte.
Al día siguiente, Susana, la encargada del lugar escribió en una red social: “Los gustos hay que dárselos en vida”. Eso, la vida, se disfrutó más en ese viernes de junio que fue inolvidable.
Todo comenzó, con Lucas Heredia, que cantó un par de temas antes que ellos dos. “Yo sé que muchos dijeron, al verme, ‘cagamos hay soporte’. Pero es un placer tremendo, porque es estar en un lugar nutrido de los dones de un ritual” confesó el cantautor. Que luego hizo una de las versiones más hermosas que se han hecho de Tonada de un viejo amor, para dejarnos en claro dos cosas: primero que siempre es saludable escucharlo. Segundo que, como dijo, autores como Edgardo y Juan han hecho “puentes fundamentales entre la música popular y generaciones que no tenían en el oído, aquella costumbre de vaciar grandes canciones. Ellos dos nos trajeron nuestra música a un lenguaje delicado, profundo, respetuoso con las raíces clavadas en la tierra y en la identidad profunda, como pueblo y cultura. El verdadero valor de nuestra música…”
TRANSFORMADORES DEL MUNDO
El show comenzó, con las luces tenues ideales para ese momento. Todo daba la sensación de tranquilidad, porque pasaba, porque era así. Únicamente los dedos de ambos, las manos, tan rápidas, no iban a la par. Porque hay que ver cómo agarran las guitarras, como las hacen cantar, hablar, sonar… Una especie de gauchos del siglo XXI, sentados con la guitarra entre las piernas. Para hacernos saber, que si ellas tuvieran también, no las usarían. Se quedarían allí, para ser tocadas con semejante técnica.
Con una claridad de…, Ultimas palabras de aliento, inspirado en unas palabras de Sancho Panza y Platónico fueron los primeros temas, de un disco que salió hace nueve años ya, y que desde entonces logra explicar cómo cada uno de ellos, “Casi sin saber, desliza su mirada clara /Transformando al mundo en un segundo”.
La cumbia del muerto, un intento “fallido” de hacer cumbia fusionada con tango, fue lo que siguió luego de No era necesario. Y acá nos detenemos. Porque esta cumbia, “resulta de la experiencia de estar cerca de la muerte y volver” como dijo su autor. La imagen final, que resume todo “es estar en el paredón del cementerio, con las patitas para afuera”. Aquí, se explica este disco, o la génesis del mismo. Luego de un accidente automovilístico muy fuerte, en 2006, que tuvo Edgardo, Juan fue uno de los que donó sangre y ya nada sería igual. Se habían visto antes en reuniones, en encuentros de compositores, Quintero lo conocía gracias a discos grabados, lo admiraba mucho, dando cuenta de que el respeto antecede al cariño.
Ese pacto de por vida, esa conexión que tuvieron y tienen, se vio en Cocina. Dos hermanos de sangre, que sentados ahí, solos cantaban del amor, de la muerte o de la vida, como Juan cuando continuó con Regalitos, un tema ideal para alguien recién venido al mundo. Entonces como si estuviésemos en una de sus comidas, nosotros fuimos participes de semejante banquete… musical.
ALGO MÁS…
La luminosa, resultado de cartas intercambiadas con “Coqui” Ortiz, donde uno le canta al otro: “Compadre acuda con su canto/ Le ruego apague la luz de este recuerdo”. Siguiendo, sin querer queriendo con esta lógica de ayudarse, de apoyarse, de ser amigos en las buenas y mucho más, en cualquier tipo de sufrimiento.
Otra vez el Mar, con “viento viajero, ese buen compañero”, Luna, Paloma, y temas ajenos al disco de ellos, como Bandera en la voz de Quintero, Vamos a levantarnos para ver las flores del jardín, en la de Cardozo (un tema óptimo para disculparse o, en partes, para alguien no la esté pasando bien) y Luciérnagas, con mucha poesía en pocos compases fueron muy aplaudidos.
Para el final La Ventana, Aire seré, A pique, y -tal vez- los temas más lindos del disco, como Los Pensamientos y Algo más pasará, siguieron una lista para confirmar que la calidad poética, interpretativa y compositiva es algo que los distingue en solitario, y cuando se suman conmueven hasta la persona más reacia.
Si te duele pensar
si no ves un color
algo más pasará.
Eso, seguramente cuando estaba internado Edgardo, pensaba Juan. Eso, la amistad, se vio en el abrazo que se dieron al finalizar el show, como si por años no se hubiesen visto. Ellos, dos amigos de sangre, casi hermanos. Que siempre son los mejores y más importantes. Porque uno los puede elegir. Como la buena música.