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Hablar del disco de Ariel Arroyo, es volver en el tiempo un par de meses. Enero en Cosquín, buscando peñas para tocar, sentado en la puerta de una casa con la guitarra. Tocando, “tocante”, pausado, paciente, con tranquilidad al hablar, al caminar, al pensar. Y eso, es lo que transmite de punta a punta este trabajo.
Que este disco haya visto la luz, es una buena noticia. Es una gran aparición en tiempos de grises, con un azul que lo recorre de punta a punta, no solo en el arte de tapa hecho por Daniel Marin. Desde el primer tema Al Sur del Cielo con Peteco Carabajal como invitado, y donde se escucha una huella que lo (y nos) “lleva paisaje adentro, entre valles de lenga al sur del cielo”. Hasta la Zamba para olas que cierra un trabajo, que como la letra asegura ha sido fruto de “largas noches plateadas”.
Apenas se abre el booklet o cuadernillo de las letras, aparecen Ramiro González y Rafael Amor para hablarnos del disco. Ramiro sostiene: “Es sentir con todo mi noroeste a cuestas que desde ahora y para siempre hay algo de sur en mi”. Ese viaje por las canciones es cierto y es un logro. Rafael, afirma que “es necesario que resistan esas voces y que nos recuerden que somos humanos” para no ser “caprichos de la moda impuesta”. No todo es un hit festivalero.
Patagonia Rebelde, con el prólogo de Osvaldo Bayer es un retumbo, para que no olvidemos de que “Ahí están las tumbas masivas, pero el recuerdo queda para siempre” para con los peones rurales de Santa Cruz asesinados en 1921, y en la voz de Ariel que canta: “Resiste la Patagonia rebelde en la idea de ser solo viento”. El Sueño en la oscuridad, un homenaje a los mineros de Cuenca Carbonífera del Río Turbio, con estrofas sentidas donde pide que “no bajen los brazos y sigan luchando/ que son ejemplo de esta sociedad”. La memoria a la orden del día y del autor, para saber que es necesario más cantores que cantantes, en estos tiempos. Mayor compromiso por el pueblo y para el pueblo. Más voces para cantar por aquellos, que les convencieron de que no podían gritar.
SIGUIENDO SU ESTRELLA
El recorrido sigue, por temas como Azul de Infancia, donde queda clara su presentación “ya ves que soy raíz que en sangre se levanta”. Es ahí, cuando entendemos lo que canta: “Que en mi mueren los vientos y vuelven a nacer”. Algo así como aliarse a Confesión del viento, del sur, de él. Como en Colores de la infancia, para “perderse entre los recuerdos”; o en la Milonga Austral, donde “la Patagonia desmadra toda belleza nupcial”.
Puntos altos como en Zamba del desamor, con Milena Salamanca como invitada, para dar un equilibrio. El mismo equilibrio, que desde otra forma aparece en la versión de Chaltén, con un cuarteto de cuerdas que le dan un aire nuevo. Violines, cello, bajo y guitarra a merced de ese tema que muchos conocen a partir de Rubén Patagonia, cuyo autor es Hugo Giménez Agüero.
El huayno Vertiente de Luz, para la “madre trashumante militante de la luz”; la chacarera Siguiendo una estrella, escucharle ser “un cronista del alma/ no he de callar lo que siento” y la Chacarera del Pobre, para aquel que “en los diarios nunca encuentra que hablen de la realidad”, terminan de armar un disco que presenta a Ariel como un contador y cantador, de las cosas que pasan, que no se dicen, que se tratan de olvidar.
Un disco lleno de azul, ideal para conocer y sentirse en la Patagonia, que reside en la voz de Ariel. Una voz, que nos canta desde y por amor, convicciones, memoria, lucha. Que en estos días hace falta. Y mucha.
Nota: Juan José Coronell
Foto: Descalza por los caminos