La voz de Carlos Pino es, sin dudas, una de las mejores de la música popular argentina. Las palabras son injustas para describir sus características. Aquí, un esbozo que no será suficiente, pero lo intentará: este hombre, nacido en Colonia Baranda, Chaco, es un hacedor de texturas musicales, con sello propio, con un registro único, con una técnica impecable que no le resta expresividad sino que la potencia.
Este ex Trovadores despliega con su voz y su guitarra paisajes que se vuelven canción, sencillez y emociones que se multiplican. Eso y mucho más se vivió la noche del jueves en Hasta Trilce, cuando el compositor presentó su trabajo más reciente: Contraolvido.
El concierto se inició a las 21:30 y se abrió paso hacia el litoral profundo y reflexivo. “Mi corazón me lleva a todas partes/manso animal sediento de canciones” enuncia el juglar y cobra vida el chamamé “Aprendiz de mensajero”. Transitando la misma región, emergió el “Pescador de las islas”, con una cadencia festiva para exaltar el oficio milenario de las aguas.
El público, aplaudía agradecido al final de cada melodía. En la quinta canción Pino convocó a la primera invitada de la reunión: Mónica Abraham aportó armonías al unísono en los estribillos, se apropió de las estrofas de “Mujer de la isla” de Chacho Muller y generó uno de los momentos más emotivos de la reunión con su calidad vocal y su entrega sobre el escenario.
En realidad, si de emociones hablamos, todo el concierto tuvo ese matiz sensible y hondo, ese que sólo generan los artistas comprometidos con su tiempo, que eligen su repertorio como un gesto certero para dejar huella más allá de su propia persona. Así es este artista, así rindió un conmovedor homenaje a Cafrune con música de Pino y letra de Stella Zeballos en "Milonga para un amigo ausente".
El chamamé se hizo mayúsculo entre recuerdos y anécdotas, porque el segundo invitado de la velada, Antonio Tarragó Ros, quien compuso junto a Pino “Corazón de greda” prestó su voz para cantar y recitar versos sentidos, pero también para rememorar viejos tiempos junto al autor chaqueño.
Ya mediaba la mitad del convite cuando Pino compartió sus raíces y trajo al presente el oficio de su padre, las enseñanzas en guaraní de sus hermanas, las músicas en esa lengua originaria. Y entre sus palabras y mixturas se desplegaron “Tiempo de Ymawaré” y “Nerendapé Ayú”, junto a esta guarania paraguaya reflexionó acerca de las dificultades de una traducción fiel de obras de ese tipo, y compartió con los presentes algunos secretos de esa pieza de corte amoroso.
En seguida, un potente homenaje a Don Martín Miguel de Güemes se expandió con una versión a dúo de la zamba “El Patriota”, junto a Melania Pérez, última copartícipe de la jornada. Ella, con espíritu y tesitura salteña reconoció junto a Pino al héroe nacional que luchó por nuestra independencia en los albores de la gesta emancipadora.
Luego este hombre simple se refirió a una de las etapas más oscuras de nuestra historia y con honesta sensibilidad reconoció a los desparecidos en la última dictadura entre los versos de “Contraolvido”.
Ya terminaba la noche y los bises llegaron tras sentidos aplausos del público. Así, Pino, solo y con su guitarra, ofreció un tríptico final conformado por los chamamés “Ajha Potama” y “Santa Fe al norte”. En tanto, el último tema, de Daniel Toro y César Miguens, fue “Cielito mío”, la habanera antiquísima que alguna vez, y en su disco mismo, Pino interpretó con Los trovadores.
Entre ecos del Litoral, amores y la memoria activa por los ausentes, el chaqueño, quien el próximo 25 de mayo, cumplirá 75 años, brindó un show inolvidable, cálido y de un enaltecimiento indudable, sutil y sin estridencias nuestra música nativa.