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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA


23/09/2014

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RECORDAR


Horacio Guarany actuó en Córdoba, ante un Espacio Quality repleto. El “Potro” una vez más demostró lo que significa para el cancionero popular, y para la gente que lo siente como siempre, cerca de sus 90 años.

Una foto de mi padre con Horacio en la visera del auto, es el comienzo de todo. Un negativo revelado en los años ’80 cuando Rubén bailaba y formaba parte del ballet estable del Festival de Peñas en Villa María, tomado al lado de su ídolo. Él de gaucho, Horacio también. El peaje para pasar con él detrás del escenario fueron dos cajas de vino. El cadete no se acuerda del precio de esa compra, pero sí el inmenso valor. Mi viejo, que conoció a Atahualpa, Figueroa Reyes y tantos más, siempre me mostraba la foto de él con Guarany. Sospecho que el hecho de que esté en la visera del auto, era para hacerme ver mejor a donde tenía que recalar.

Con ese antecedente, la noche del 19 de septiembre, era la excusa perfecta para ir saldando deudas. Al tener muchas y variadas con el folklore la posibilidad de ver en vivo a Don Horacio, se transformaba en una cita obligada.

Mucha gente. De todas las generaciones. Todos esperando por él, mientras aplaudían a Brisas del Norte. El grupo cordobés, que hace tiempo se hace notar. Las luces se apagan y los músicos de Guarany entran. Comienza a sonar El llanto de las vidalas y el recibe la primera gran ovación. No emitió nada y ya lo aplauden. Su presencia sola es digna de ser ovacionada.

Caballo que no galopa, es el segundo tema y por eso agradece mucho cuando todos gritan “ésta te pido nomás”. Y él retruca: “¿No se cansan de aplaudirme?” Esa es otra forma de agradecer. Porque es devolución de gentileza, con quien giró por primera vez en Córdoba. 

Tantos recuerdos…

La canción del Chúcaro es la que se canta, luego de que confiese que lo “contratan para cantar, no para contar historias”. Pero es imposible, el espectáculo también es él hablando con el público. Una mesa con un vino y su copa, hace que todo parezca un ambiente de entrecasa. Y él no tiene problemas, cuenta y canta. Está todo aceitado entre Horacio y sus músicos. Cuando está terminando la anécdota hace una seña, los músicos se cuelgan sus instrumentos y empieza a tocar. El tercer tema revive a Santiago Ayala, y el cuarto a Jacinto Piedra, cuando se entona el tema que lleva su nombre y Guarany grita “¡Nunca morirá! Vivirá en el rescoldo de la eternidad...”. Ellos saben que cuando los canta, pasa eso.

Crecido “donde siempre se está solo”, en su recitado no se vislumbra lo que la historia le tendría asignado, y preguntando por quién se llevó su niño en Recital a la infancia, se puede responder lo que generalmente se utiliza, de que Horacio no tuvo infancia sino que nació grande.

Caminito de Acheral es la excusa para que su bombisto Miguel “Palito” Acuña tenga un poco más de protagonismo, del que se roba atrás con esa calidad intacta que aguanta el paso de los años. Piel Morena, La Villerita, Jazminero Azul, Pescador y Guitarrero, son el segmento de éxitos que empiezan a ser pedidos y respondidos entre la gente y Horacio.

Sus músicos son excelentes. Desde los virtuosos Eduardo Semerario (concertista), hasta Raúl García, pasando por Yuyo Gonzalo. Este último presentado en el escenario, como a tantos que ha ayudado Horacio Guarany, por la voz. “Este hombre debe servir para algo que más que para recibir aplausos. Tiene que servir para proyectar a otros”, aseguraba para que Yuyo cantara El Duraznero, con una voz que le daba razones al hombre, que tiene más de sesenta años en la música popular.

Tienen estos trances su melancolía

La despedida fue iniciada con la canción del adiós, Si se calla el cantor y Por las costas entrerrianas. Cuando ese trance ya tenía melancolía, volvió y cantó la única forma en que puede volver Horacio Guarany cuando ya no esté entre nosotros. Volver en Vino, fue el último tema, pero también la seguridad de que cuando lloren las viñas, reirán los hombres y allí cuando el vino llore su pena Don Horacio, como nunca ha de cantar.

Al comienzo del show aseguraba: “Empecé en 1949, sesenta y pico de años y ustedes siguen aplaudiéndome. O son sordos, o son masoquistas…” Daban ganas de subir al escenario y decirle que se aplaudía, por aquella foto en la visera con mi padre. Por la historia, para agradecerle, para pedirle que no deje de galopar. O simplemente lo hemos aplaudido tanto, porque si se calla el cantor, calla la vida…


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