Muy distintos, pero parecidos. Ella, reconocida por un alto prestigio entre sus pares y una contundente voz, él, llama la atención por su cálida interpretación y una carrera que inició desde muy pequeño.
Que sensato fue aquél que ideo este alineamiento de dos vertientes, de dos artistas. Los cantantes Guillermina Beccar Varela (36) y Juan Iñaki (20) brindaron una pequeña “juntada” de tres presentaciones por Buenos Aires, que culminaron aquí. En San Isidro.
Pocas veces pasa que a uno le queda dando vueltas por la cabeza un zumbido fresco que se torna interminable. Como si ese puñado de canciones arrojadas al público se hicieran carne en cada uno de los presentes. Como si el intenso color de los paisajes y las infinitas historias de hombres y mujeres que se esconden en cada tema llevaran escrito nuestro propio nombre.
Es que resulta imposible quedar aislado, distante, apartado -y ni siquiera hace falta cerrar los ojos para compenetrarse- cuando las interpretaciones precisas, gracias a sus voces y desenvolvimiento escénico, te llevan de un lado para el otro sin darte cuenta.
Entre los senderos de esos viajes imaginarios, ambos empezaron a lucirse en dueto con una reliquia del poeta salteño Jaime Dávalos, “Las Golondrinas”, para anunciar que desde ahí, y por un buen rato, Juan iniciaría su parte solista con un huayno.
“El cielo del albañil”, de Teresa Parodi y Antonio Tarragó Ros, “Chinita de Los Hornillos”, “Esa estrella”, de Martín Sosa, y “Yo soy Juan” -una canción que le sienta como un poncho confeccionado por el mejor diseñador, de Jorge Marziali y Juan Falú, fueron algunas de las piezas acariciadas por Iñaki.
Por momentos, como para no sentirse sólo en el escenario, más allá de la compañía de sus músicos -Marcos Cordero en guitarra y José Gómez en percusión- Juan abraza a su caja para dar rienda suelta a un profundo caudal vocal en la métrica de la copla.
Tiempo después regresa ovacionada Guillermina para embellecer “Copla bien nacida”, “Canción de amor para mi patria”, de Alberto Cortez, “La plumita”, de Arsenio Aguirre, “Zamba del grillo”, de Yupanqui, y “Flor de lino”. Luego cerró sutilmente su bloque solista con “Monte y raíz” y volvió a llamar a Juan al escenario para una última fusión.
Ella, nacida en Buenos Aires, editó en 1993 su primer disco ¿De quien es esta voz? y en 2001 fue invitada al Teatro Gran Rex, con cinco temas, por Mercedes Sosa. Él, a los dieciséis años, irrumpió con su primer trabajo Yo soy Juan y una sobresaliente actuación en el escenario de Cosquín, en su provincia: Córdoba.
El buen gusto en los arreglos musicales estuvo siempre presente en el recital, tanto en la banda de Guillermina – Lucrecia Ortiz en piano, Nicolás Arroyo en percusión y Mariano Delgado en Guitarra- como en la de Juan.
Para el final, uno de los mejores momentos, cantaron en contrapunto “La resentida”, de Julia Ferro, “Sirviñacu”, de Dávalos, “Doña Ubenza”, de Chacho Echenique, y se despidieron bailando con “La sachapera”, señalando que con la chacarera doble se curan todas las penas.
Tienen edades desiguales, alturas desequilibradas y sexos opuestos. ¿Musicalmente? Distintos. Aunque parecidos en talento, voz y sueño. Tal vez por eso quisieron estar juntos en un mismo escenario. Y algunos privilegiados, sólo algunos, pudieron escucharlos.