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"La verdad que en estos días previos al espectáculo tuve jaqueca, insomnio, diarrea y no se cuantas cosas más...hoy me cuesta hablar, aunque si voy a poder cantar", explicaba visiblemente nervioso Lucho Guedes cuando presentó el domingo 30 a las 21, en Café Vinilo (Gorriti 3780), Mañana nadie se acuerda, su primer trabajo discográfico.
Arrancó el concierto solo acompañado por su guitarra criolla sin amplificación con "Julito y la sordera" como para ya de entrada mostrarnos lo más íntimo que puede tener un ser humano (la palabra) y cómo la desarrolló para sorprendernos y llevarnos mediante su escritura a la historia verídica de un ex alumno suyo de San Martín, donde él trabajaba en proyectos de desarrollo social, que por los golpes que recibió de su padre de chico casi pierde la audición.
Y como nuestro mundo real es sólo un mundo entre otros, plagado de historias, llegarían "Una mala noche" y "Jorge se duerme" donde los personajes que ahora también, de alguna manera, estaban ahí en escena, comparten algún segmento de sus respectivas historias, por eso, Lucho agregó: "Les deseo de todo corazón que nadie se sienta identificado con ellos".
"Esto que viene ahora lo hice para demostrar que no soy un monstruo insensible (risas). Se trata de la historia que imaginé entre un encargado de un edificio, podría ser por Parque Centenario, y una vendedora de esas que andan con el carrito del café", decía antes de darnos las fichas de los personajes de "Carlos y Sonia".
"Quiero invitar a un amigo que no hace nada mal nunca. Es un buen padre, músico, amigo. A veces le digo hace algo mal, así me siento un poco mejor", disparaba en broma el cantante, compositor y guitarrista de 35 años y egresado de la Escuela de Música Popular de Avellaneda, para suba al escenario el pianista Diego Schisi para seguir con el formato acústico.
Juntos hicieron "Lidia", la canción que Guedes le compuso a su abuela y que, antes de la interpretación, nos contó más sobre su universo: "Ella siempre fue muy progresista, pero cuando quedó viuda permaneció en la misma casa, sin salir, viendo tele y escuchando la radio. Así, se volvió muy facha porque empezó a repetir las peores frases de los medios".
Luego, llamó al contrabajista Carlos Alvarez para hacer "Mi negra". Después de un breve intervalo, otra vez solo, Guedes preguntó al auditorio: "Está Miguel por ahí. Él es el culpable de todo esto, fue el que me hizo descubrir la literatura. Una vez me habló de un Renault 12 y me dije: 'Lo tengo que poner en alguna canción'". Se estaba refiriendo a Miguel Vitagliano, un reconocido catedrático de la Universidad de Buenos Aires, un hombre de letras, que si estaba esa noche entre el público, autor del libro Cuarteto para autos viejos donde se menciona también ese tipo de auto que Lucho también incrustó en "Marcelo y Gimena".
"Lo que viene lo hice con la intención de escribir con un estilo que parezca de telenovela, pero no para mostrar un ambiente de clase alta o muy baja, sino de clase media", decía para dar paso a Elvi y luego llegaría "Gatito porteño", la única canción escrita en primera persona que hace referencia de algunos aspectos de la vida en Capital Federal, como las horas perdidas en largos viajes arriba de un colectivo mirando por la ventanilla.
Sobre el final volverían Diego Schisi, Carlos Alvarez, Alan Plachta en guitarra y Reinaldo Sebastián Muñoz en voces para tocar "Mariela", "El pope" (en referencia a un electricista también presente en la sala) y "El Rafa" donde, una vez más, nos muestra que construir un mundo es posible porque significa, entre otras cosas, atribuir determinadas propiedades a determinado individuo: "El tipo existe, tiene un negocio por Villa Crespo, pero nunca se enteró que la hice una canción".
Y así terminaba el recital con la idea del disco plasmada en la realidad para que nos llevemos a nuestras casas todo su universo textual, exaltado o no, en nuestras cabezas con frases terriblemente bien resueltas como "el mundo es un disco viejo", con esos golpes de efecto con gusto a narrativa que abren otras lecturas.