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Después de mucho tiempo sin tocar en un teatro, con butacas de por medio, Arbolito, la banda integrada por Ezequiel Jusid (voz, guitarra acústica y guitarra eléctrica), Agustín Ronconi (voz, flauta traversa, quena, charango, violín y guitarra), Diego Fariza (batería y bombo leguero), Andrés Fariña (bajo eléctrico y coros) y Pedro Borgobello (clarinete, quena, guitarra y coros), se presentó el sábado en el Teatro SHA. (Ver entrevista en VIDEO)
Como era previsible, por cómo está consolidada la banda, una gran cantidad de público colmó la sala que “escuchó sentados por un rato” (casi emulando a Divididos) antes que explote el pogo como en sus mejores noches del Salón Sur. La multitud comenzó a festejar cuando arrancaron con "Telaraña".
Mientras en una pantalla se proyectaban diferentes imágenes relacionadas con la historia del grupo, como el ya emblemático brazo de un Indio sosteniendo la lanza que mató a Rauch de su primer video o la leyenda Despertándonos, de su último disco, siguieron con "Niña mapuche".
Como siempre expresaron un pensamiento en cada canción, como hace unos 13 años cuando estudiaban en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, con una mirada latinoamericanista, fusionando sonidos de chacareras, cuecas y candombes adobados con rock, llegaría "El bichito" y "Saya del yuyo".
Sería el turno para los primeros invitados de la noche: Pablo Fraguela en teclado y Manu en saxo para hacer "Un cielo mucho más claro", "Como hacer" , "Tu moral" y ejecución del bellísimo "Huayno del desocupado", que está basada en un poema de Juan Gelman.
Luego de un breve intervalo, donde la hinchada no dejó de cantar el clásico "pan y vino, pan y vino, el que no grita Arbolito para qué carajo vino...", volvió la banda a escena, esta vez cada integrante sentado en una banqueta, con "Mi Pueblo Chico", "Un día de estos" y como sucedió en otros conciertos, la invitada especial fue Verónica Condomí. Juntos hicieron "Jipitur". Después, dejaron solos a Verónica y a Pablo para que interpreten "Arenita azul".
Y como para despertar al teatro, mientras se veía la imagen de la tierra latiendo al ritmo de los sonidos de un corazón que se escuchaba de fondo, irrumpieron con un instrumental de "Baila, baila". Fue el puntapié que le faltaba al público para armar un inmenso trencito que comenzó a circular rodeando la sala. Ya no pintaba mucho el sentados.
Imágenes que rememoraban cuando el año pasado colmaron el Luna Park. "Venían portándose demasiado bien", alcanzó a decir Ezequiel.
Continuaron con "Chacarera de las cloacas" y, a pesar del clima de fiesta que se estaba viviendo, donde grandes y chicos cantaban y saltaban por igual, con "Pachamama", mientras su contenido y profunda mirada social florecería con una letra por demás poética: “Si el agua que tomo/ Se pudre, se pudre/ Me pudro por dentro también/ Si el aire que respiro/ Se pudre, se pudre / Se pudre mi forma de ser…”. Como siguiendo esa temática, tocaron "La costumbre".
Cuando Ezequiel contó que familiares del fundador de la Sociedad Rural Argentina (SRA), José Martínez de Hoz, iniciaron un juicio al historiador y escritor Osvaldo Bayer y al equipo que trabajó con él en la película Awka Liwen porque señalan que de ninguna manera, que su re-tatarabuelo (de Hoz) jamás ayudó a la Campaña del Desierto porque había muerto antes que la campaña de Roca, los silbidos no se hicieron esperar, Era la ante sala de "Arbolito", el tema batalla del disco debut.
Sobre el final, cerca de las doce, interpretaron "Vinito y amor", "Sobran" y para los bises "La arveja esperanza" y nuevamente con todos los invitados otra vez hicieron "Baila, baila". Y cuando ya parecía que terminaba todo y por insistencia de los fanáticos aparecieron nuevamente con una terrible versión de "El pibe de los astilleros", de los Redondos.
Y así se despidieron con la fiesta que se ve siempre que toca Arbolito, una banda de amigos que se juegan la vida con cada recital donde desprenden reflexión, solidaridad y alegría.