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Con las actuaciones de Mariana Baraj y Gaby Kerpel, el sábado 20 de agosto continuó la Peña Electrónica en el galpón Divino Tesoro del Espacio Joven de Tecnopolis. Una buena cantidad de gente se acercó a la megamuestra de tecnología futurista a pesar de la intensa ola de frío polar.
En el tinglado estaba la opción de ver los shows así, simple, de parado o sentarse en unos asientos con forma de puff que habían colocado para disfrutar cómodamente del desfile de luces, escenografía, tecnología, música en vivo y efectos especiales.
Primero arrancó Gaby, el creador de la música de De La Guarda, con un espectáculo unipersonal, multidisciplinario que fusiona folklore tradicional, electrónica y video. Rodeado por una computadora, teclados, samplers, sintetizador y bombo legüero, para la proyección de imágenes se valió de una pantalla colocada atrás del escenario.
Tocando sobre bases electrónicas, desplegó una función multimedia porque tuvo proyecciones sincronizadas que fueron hechas especialmente para cada tema. Además, usó una cámara que devolvía en la pantalla lo que sucedía a su alrededor, como su propio cuerpo y cómo manejaba los instrumentos generando que se pueda apreciar, gracias al trabajo hecho en colaboración con el artista plástico Diego Chemes, una yuxtaposición de imágenes que daban un efecto, como mínimo, pintoresco.
Así, pasaron, en una especie de resumen del disco Carnabailito que fue editado en forma independiente en Argentina en noviembre de 2001, bagualas, zambas, vidalas o carnavalitos en esa búsqueda de mixturas que fusiona sin parar elementos de la electrónica con instrumentos acústicos, como el charango, que adoptaría su ritmo más frenético sobre el final con “Chacarera de la suerte”.
Luego, si, vendría el turno para la cantante y percusionista Mariana Baraj acompañada por un power trío de guitarra eléctrica, bajo y batería, más cerca de un sonido pop y rock que folk. Fue un corto espectáculo de media hora donde repasó canciones de sus cuatro discos: Churita (2010), Margarita y Azucena (2007), Deslumbre (2005) y Lumbre (2002).
La muchacha que se crió entre jazzeros (su papá es el conocido Bernardo Baraj), siempre también por imágenes que iba despidiendo la pantalla como unos cactus animados por computadora, comenzó con “Y ya me voy” y “Si se acordará” que en su letra tiene un imaginativo campo asociativo de la palabra: “Para subir a tu pecho y hablarle a tu corazón yo quise ser escalera...”.
“Chichizolaaaa”, decía un relator de fútbol, en alusión al arquero de River, que se podía escuchar cuando finalizó el tema. La interferencia del sonido extraño continúo hasta el final, pero no impidió que Mariana pudiera seguir expresando con la voz su lenguaje propio con canciones como "La Guada", “Chacarera santiagueña”, "Nadie", “Margarita y Azucena”, o “Maldigo de alto cielo” de Violeta Parra que parecía hasta autorreferencial porque en una de sus partes dice: “Maldigo al invierno”.
Sobre el final llegó “Churita” y al despedirse de su público aparecieron los efectos que el frío había hecho con su voz: una leve disfonía por una entrega total, porque se sabe, ella trae música hace años y le pone el alma y cuerpo a su búsqueda artística que mantiene en constante movimiento.