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Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA

LA HERENCIA DE UN GRANDE


25/07/2011

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RECORDAR


El cantor y bombisto Alfredo Ábalos, una de las figuras legendarias y esenciales del folklore, regresó el viernes 22  de julio en la sala del ND Ateneo junto a Martín Ábalos y La Pesada Santiagueña, para mostrar clásicos de su repertorio y algunas canciones que integrarán un próximo disco que “será una especie de despedida”. En el público estuvieron Luis Salinas, Franco Luciani y Hugo Varela, entre otros.

Primero arrancó Martín para mostrar parte de su primer disco A los maestros rurales. Al término del tema “La buena moza”, su padre, a pesar de sus 73 años no se podía contener detrás del cortinado, apareció para pararse al lado del micrófono y despachase contundente con acento grave y su habitual estilo directo, sin matices: "Cuando escucho estas chacareras me dan ganas de decir: ‘que se vaya a la puta que lo parió Michael Jackson’." Como apareció así, renegando y de sorpresa, rápido volvió a meterse tras el cortinado.

El “Gordo” siempre expresó su pensamiento que plasmó en su obra consecuente y así, casi de manera tradicionalista, para algunos suena fuera de moda, como un nacionalismo arcaico, denunciaba esa penetración cultural y sus formas de dominación.

Su hijo, el más parecido a su padre, aunque de pelo largo y rulos, de jean y una remera de los Redondos del disco Oktubre, continuó con “Zamba para tu adiós”, “De farras y guitarreadas”, y “A los maestros rurales”.

Más tarde, hizo “Te digo, chacarera”, del recientemente fallecido Felipe Roja donde se retrata al santiagueño por excelencia, aquerenciado a su tierra, su música y su gente.

Al rato, tocó “La del cantor solitario”, “Gatito de cualquier parte”, “Coplas para un desvelo”, “Zamba para no arrepentirme”, “Chacarera de los remolinos”, “Coplas para mi vino grillo”.

Ahora sí, cerca de la una de la madrugada llegaría La Pesada Santiagueña (que es impulsada por otro de sus hijos, Santiago, que toda la noche tocó el violín y guitarra) para sumar colores a un concierto que, quizás,  fue uno de los últimos en Buenos Aires de este ser nacido en San Fernando, pero que es sinónimo de la música de Santiago del Estero.

Y mientras la banda acomodaba instrumentos, “la voz de la chacarera” no se pudo contener y otra vez ocupó fugazmente la escena para contar una anécdota: “Estos chicos (por sus hijos) se criaron en un ambiente propicio para que salgan músicos. En el fondo de mi casa hice un quincho hace muchos años solamente para que mis amigos vengan a tocar. Por ahí caían, por ejemplo, el ‘Ruina’ (sic) Horacio Guaraní, entre otros grandes como Los Hermanos Ríos, Andrés Chazarreta, Sixto Palavecino, Jeréz y Pablo Trullenque , y ahí ellos jugaban escuchando a estos monstruos”.

Entonces, una vez ya preparado el grupo, comenzaron a hacer “Herencia sagrada”, CD editado el año pasado. Así, llegó “Pa los challueros”, “La Saavedrita” (Chacarera Trunca), “Por no llorar tu desamor”, “Mielero soy”, “De mis mayores” y “Victima o victimario”.

Sobre el final y cerca de las dos de la mañana, llegaría el plato fuerte: Alfredo Ábalos un artista folklórico con cauce de hondura y libertad.

Gemas del género como “Por unas pocas monedas”, “La yuya” o “La doble sentenciosa”, comenzaron a brotar intactas de su garganta.

Y en el medio de esas postales que iban quedando para el recuerdo, en el fervor de los aplausos y pedidos del público, Ábalos complaciente, considerado y sentido cantó “Herencia folklórica”, “Silencio canta Alfredo Ábalos”, “La voz de la chacarera”, “Moneda que está en el alma”, “Se pierde si no se da”, “Cuando de cantar se trata”, “Las coplas de la vida”, “Con la conciencia tranquila”, “Una quimera más” y “Te digo, chacarera”.

Fue esas cosas de la vida que no se dan muy a menudo, esa mezcla de energías que generan momentos únicos. Alfredo Ábalos se fue ovacionado. Se podía adivinar su intención de seguir haciendo (sino mediante sus hijos que están en el camino), cantando cosas lindas, agradables y con fundamento.


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