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Con 22 años recién cumplidos, el bahiense Abel Pintos agotó el pasado fin de semana 3 funciones en el ND Ateneo, en el marco de la presentación de su nuevo disco Reflejo real, y emocionó con su destacada voz a un público diverso en edades.
La foto de arriba es un “Reflejo real”. Una humilde síntesis de lo que es Abel Pintos a la hora de expresarse sobre un escenario. Él, desde hace ya un tiempo, se ha convertido en uno de los folkloristas con mayor capacidad de interpretación en vivo y, gracias a su alto carisma, obtiene con creces una respuesta inmediata de su gente.
Así fue que el primer momento destacado se vivió cuando promediando el show le dio la espalda a las plateas para taparse los ojos con una venda. Un simple detalle para ponerse en la miel de la canción “Huracán”: ...La luna llora, el sol sin luz / la tierra a punto de abrirse en dos / las aves mueren sobre el mar / y el mar no aguanta su dolor... El cielo ya comenzó a lastimar / y en una roca llora Dios / los niños mueren por el pan / que otro cuervo se comió...
Pero el recital empezó 40 minutos tarde, ya que el horario programado era para las 23. Inició su repertorio con el primer corte “Quién pudiera”, luego continuó con “Anclada en mis sueños” y con “El beso”. “Es una alegría enorme estar en esta sala y de la mano de ustedes cumplir el sueño de sacar las canciones que nacieron de mi alma”, fue la primera confesión de Abel para callar al silencio.
Un dato que no es menor en la carrera del bahiense es que, si bien lo viene haciendo en sus discos anteriores, a este nuevo trabajo le puso todas las letras y la mayoría de la música de los temas. Muestra de esta manera una solidez en la composición, a tal punto que la nueva placa “Cónica” de Los Nocheros abre con “Sin principio ni final”, una de sus últimas creaciones.
Abel viene de festejar el 11 de mayo su cumpleaños y este año una década de actividad con la música. Un poco menos de la mitad de su edad, otro punto que merece ser subrayado. Con esta excusa recordó el comienzo de su camino, cuando su padre era quien ejecutaba el bombo en sus primeras presentaciones. Historia que recayó en la invitación para que Raúl Pintos lo acompañe en “Zamba para olvidar”, de Daniel Toro. También volvió el tiempo atrás con la pieza “La belleza”, en homenaje a Mercedes Sosa -la voz que lo inspiró y lo motivó a cantar folklore-.
“Yo soy un eterno agradecido de los grandes artistas que me dieron la posibilidad de aprender al lado de ellos. A veces me cuesta tratarlos como amigos, mas allá de que pasamos muchas cosas juntos. Él es un gran cantante, pero sobre todo un gran amigo”, así presentó al último invitado de la noche. Al integrante del grupo de rock Animal, Andrés Jiménez, para hacer un dueto en “El sabor del mar”.
También sonaron “Tu voz”, “Bella flor”, “Ofrezco”, “Buenos amores”, “Mi error”, -en estos dos últimos se sentó en un banco para darle a la noche un pasaje intimo- y en “Lucero” y “Filosofía viajera” una pareja de bailarines desplazó su danza. En “Canción que acuna”, una tierna pieza que le escribió para su madre, hizo llorar con una profunda interpretación.
“Cuando viajamos, aunque nos sentimos muy acompañados –confesó Abel-, muchas veces estamos solos. Estando lejos del lugar de uno, lo único que tiene incondicional es a ustedes –refiriéndose al público-. Gracias por ser la sombra que nos acompaña a todos lados”, prólogo para anticipar “Alelí (Bailando con tu sombra)”, el tema que hizo estremecer a las plateas.
Después de un poco más de una hora, los marcos de cuadros colgados, que en conjunto con una oscura tela formaban una modesta escenografía, fueron tapados por un descendente telón. En ese momento llegó el fin del encuentro. Del otro lado quedó Abel Federico Pintos, un artista que a su corta edad ya recorrió hasta aquí un largo camino, pero lo más importante es que todavía tiene muchas ganas.... de andar.