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“La transformación de las épocas trae como consecuencia el olvido paulatino de las formas de ser y sentir de un país. Se pierde, además, el aroma puro de las costumbres antiguas (no por ello menos valiosas). De modo que tenemos el compromiso de salvaguardar en parte nuestra memoria, de dejar constancia de lo que hemos sido y somos, en función de continuar tejiendo la historia concebida como testimonio de nuestros orígenes y nuestra identidad”. Éstas son las palabras introductorias de Suna Rocha al viaje que propone en su libro “Así es mi Tierra”, editado en 1997 por Ameghino Editora S.A., donde intenta rescatar los testimonios y recuerdos de varios grandes artistas de nuestro país, situándolos por regiones pero intentando conformar un todo llamado cultura. Un todo llamado país.
“LA PRIMERA MÚSICA QUE ESCUCHÉ FUE EL SONIDO DE LOS PÁJAROS”
- ¿Qué aromas, que personajes recordas de tu infancia, de Las Arrias, provincia de Córdoba, tu pueblo natal?
- Recuerdo todo. Porque la memoria de un niño queda como sellada, aquello que forma parte de tu identidad después, más adelante, más tarde. Es decir, ese lugar para mi, fue un poco el marco, donde yo le fui dando forma a mi vocación de cantora. Yo canto desde que tenía cuatro años. Empecé a balbucear las primeras letras y se empezó a notar en mi, no solo porque yo lo diga, sino porque mis padres me lo dicen, o mis hermanos más grandes, una actitud histriónica muy marcada, con una gran vocación. Yo creo que así sucede con los artistas. Desde niños se empieza a vislumbrar en ellos, las inclinaciones vocacionales y en mi caso fue así. La primera música que escuché fue el sonido de los pájaros o la voz de mi madre que me acunaba con canciones criollas, canciones argentinas y fui creciendo en un marco que me fue dando todo ese fundamento que hoy tengo para decir arriba de un escenario, para transmitir arriba de un escenario, porque sucede que, en forma común, nosotros los artistas decimos: 'Le creo a fulano de tal o no le creo', hay artistas a los cuáles yo me pongo a verlos y no me transmiten absolutamente nada y siento que no me convencen o no les creo. Y otros que con el solo pararse arriba del escenario, me están dando la pauta de que son, de que traen consigo la raíz, que traen la tierra, de que traen el fundamento para decir lo que ellos quieren decir e interpretar, ¿no? Esa famosa frase que nosotros decimos: “Tiene tierra”. La persona que tiene tierra, es aquella que tiene en su voz el paisaje y todo lo demás que vive cuando uno es niño.
PRIMERAS CANCIONES. PRIMEROS PASOS. EL PUEBLO. LOS RANCHOS.
- ¿Cuáles fueron las primeras canciones y los primeros bailes que aprendiste?
- Mirá, primero en los vidaleros criollos, que con sus manos rústicas de alambrar o hacer tareas escuché. En principio fue mi abuelo paterno. Mi abuelo Próspero, que así se llamaba, fue mi primer modelo a seguir. Yo me acuerdo que me sabía cantar unas vidalitas, me cantaba unas bagualas en guitarra, unos estilos. Tocaba diez notas, y con esas diez notas era increíble como enriquecían su repertorio, sus coplas. Él me enseñó lo que es la copla popular, él fue mi primer gran maestro. Él me contó las leyendas argentinas. Yo escuché el Kakuy en vivo y en directo, o sea en las noches, en la primera quincena de diciembre y la primera quincena de enero, se puede escuchar el Kakuy. Y que casualidad que ese era el tiempo en que yo estaba de vacaciones en ese lugar que era un campo, una especie de estancia de mi abuelo, donde íbamos a buscar los animales, donde él me llevaba a alambrar algunos portillos que habían hecho las cabras, las vacas, los yeguarizos para pasar. Entonces él me enseñaba como se ponía el alambre de fardo, el alambre de púa, como se hacían los esquineros. Él trabajaba el cuero crudo, es decir, hacía botones de cuatro, seis, de ocho para los arneses de los animales. Se sacaba el agua a ochenta metros de la tierra. El agua estaba muy abajo en esa región, era una región muy seca, muy árida donde las cosechas venían porque la tierra es milagrosa, la pachamama es milagrosa. Son zonas de quebrachos, maderas fuertes si las hay, de espinillos, de algarrobo, de árboles como por ejemplo el Aguaribay, que es el árbol sagrado de los Incas: dicen que hay que pasar por debajo del Aguaribay, hay que tener un Aguaribay en la puerta de la casa porque es un árbol sagrado y los Mayas, los Aztecas adoraban ese árbol. Y ahí entonces empecé con mis zambas, escuchando las chacareras más abruptas, no sólo escuchándolas sino bailándolas. Yo me iba a unos rancheríos, con el enojo de mis padres, después me di cuenta por qué. Iba a esos rancheríos porque tenían una vitrola. La vitrola 'del perrito', esa. Y tenían los discos de los Hermanos Ábalos con los cuáles yo empecé a bailar. Entonces como nadie sabía zapatear en esos ranchos, mi papá, que era un gran zapateador, un gran bailador de folklore en los bailes populares de Las Arrias, que es donde nací, que es un pueblo de 700 habitantes, él era el que bailaba y para desgracia mía, bailaba con la más grande, con Beatriz y no me sacaba a mi porque era muy petisita, chiquita. Entonces bailaba con ella y ahí aprendí. Él me compró un par de botas, un par de bombachas y yo bailaba y zapateaba en ese rancho. ¿Por qué lo de mis padres y el tema de La Secundina (Rancho donde estaba la vitrola)? No querían que yo fuera a ese lugar porque la señora era una madama que hacía trabajar a sus hijas con todos los hombres del pueblo que había. Entonces yo veía que desfilaban hombres a los cuáles yo conocía, que desfilaban para los yuyos, no tenían otro lugar y bueno, la señora cobraba sus rupias a partir de sus lindas hijas, que era una gente que vivía en forma marginal para la ciudad, pero allá yo no me daba cuenta de que eso era marginal. Un rancho limpio, vivía la pobreza con dignidad, cómo ésta dicotomía, ¿no?. De vivir la pobreza con dignidad... Vivían en unos ranchitos limpios, donde yo me iba, me acuerdo, a lo de doña Ramona a tomar sopa porque me gustaba mucho más la sopa que me daba doña Ramona, que la sopa que me daba mi mamá. Entonces me perdía, era muy andariega. Muy andariega. Yo siempre digo que fui la primer telesita porque en realidad yo me iba a los ranchos a bailar. Donde yo sentía que había música, ahí me iba. Una noche me fui a un casamiento ahí, en éstos ranchos, y veo que en la puerta aparece una sombra negra. Llovía. Y era mi papá que venía con un impermeable negro, esos que da el ferrocarril, a buscarme porque sabían donde me iban a encontrar. Donde hubiera música, ahí estaba yo y me encontraban. Por eso es que me emociono tanto cuando veo los cuadros de Molina Campos, porque realmente, voy a hacer un cuadro de Molina Campos ahora en éste espectáculo del 6 de mayo porque esa gente, evidentemente, Molina Campos vivió esos ranchos y vivió esos personajes exagerándolos con su caricatura y su arte, con su maravillosa manera de ver a la gente. Que evidentemente, Walt Disney, habló maravillas de él y era conocido en todo el mundo y es considerado uno de los caricaturistas más impresionantes de todos los tiempos. Así que digo, tanto él como Gramajo Gutiérrez, que está ilustrando el libro 'El país de la selva', tienen que haber vivido allá en esos lugares, porque han hecho pinturas, en el caso de Gramajo Gutiérrez, tan fidedignas de lo que realmente es el campo, de lo que es un 'velorio del angelito' que yo lo he podido ver. De lo que es el misticismo de la gente que vive en esas regiones. De lo que es la memoria colectiva en esas regiones, de lo que son las apariencias físicas de esa gente, de las telas que usaban y las pinta muy bien Gramajo Gutiérrez, de esos floreados, de esas telas tan particulares que usaban los paisanos en ese lugar.
- ¿Cómo era el momento del baile en el rancho, como eran los ambientes del rancho?
- Primero y principal, se preparaba la bebida en un hoyo que se hacía grande, en la tierra. Se ponían las bebidas allí, se ponían bols