Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA

CON BUENA ONDA


19/09/2010

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RECORDAR


Mariana Baraj se presentó el jueves el 16 de septiembre en el ND Ateneo para mostrar su último disco Churita. La cantante y percusionista estuvo acompañada por Juan Pablo Chapital en guitarras, Quique Ferrari en bajo eléctrico y voz, Marcelo Baraj en percusión. Los invitados especiales fueron Fernando Ruiz Díaz, líder de Catupecu Machu, y la vientista Nuria Martínez.

Arrancaron con “Brisita” de su quinto CD donde por primera vez interpreta sus canciones como solista. Siguieron con "La Guada", nombres de temas que parecen compartir el mismo campo semántico que “Churita” que es una palabra hermosa bien del Noroeste que se usa para hombre y mujer para denominar cuando alguien es lindo, agradable, con buena onda.

Sus pretensiones artísticos, entonces, en apenas dos temas,  ya son palpables, y parecen, de alguna manera, encontrarse con aquella frase célebre del escritor ruso Viktor Shklovski: “Para dar sensación de vida, para sentir los objetos, para percibir que la piedra es piedra, existe eso que se llama arte”.

Continuarían con “Alma de niño” y “Margarita y azucena” de su disco homónimo editado por el sello Los Años Luz que contó con la producción artística de Lisandro Aristimuño. “Gualicho” fue lo siguiente que se escuchó y para el próximo tema ella quedó sola sobre el escenario ocupando la percusión y hacer la baguala “Y ya me voy”.

Prosiguieron con “Vidalita” y “Churita” para seguir con la armonía de la noche que era acompañada por la letra de la canción: “Ese desierto que tiene tu corazón / se parece a la única flor que dio mi cardón”.

Luego, llegó "Maldigo del alto cielo", composición de Violeta Parra con un bombardeo percusivo y esos graves que hacen explotar los parlantes para que Mariana  alce la voz bien arriba y con energía envidiable diga las infinitas maldiciones compuestas por la  autora chilena. Una versión de ésas... inesperada... imprevisible... guerrillera.

La atracción principal llegó cuando Mariana anunció la entrada de Fernando Ruiz Díaz, vestido como siempre en forma futurista, enfundado en un camperón de cuero negro, como salido de la imaginación de un guionista de comics, al que enseguida le alcanzaron una Les Paul para que meta su voz de aguardiente en “Nadie”.

“Se viene el disco Baraj - Ruiz Díaz”, diría Fernando despertando una ovación antes de que hicieran “Mismomar”.

Para el final, se adjuntó Nuria Martinez escoltada por un grupo de músicos que se colocaron en los pasillos de la sala acompañados de instrumentos milenarios como el sikus y la quena, generando una sonoridad muy latinoamericana que se correspondía con las bufandas que llevaban puestas que representaban la wiphala, la bandera india, un tablero de cuarenta y nueve pequeños cuadrados con los colores del arco iris.

Con ritmo de carnaval andino, de forma festiva, con intensidad pura, todos los espectadores que estábamos esa noche ahí seguimos a Mariana, Fernando, Nuria y los demás músicos, que culminaron en el hall del teatro el show cargado de placer infinito.


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