}
El artista misionero presentó el pasado domingo su último trabajo “Pynandí” en el Teatro Roma de Avellaneda. Aquí, imperdibles postales de una noche memorable junto a este compositor que construye puentes de música.
Avellaneda festejó sus fiestas patronales y la calle principal está plagada de serpentinas y empleados que desarman el escenario. Es tarde y hace frío, pero nada impide que una fiesta dé paso a otra y, a una cuadra de la avenida central, cientos de personas hacen fila para ver al Chango Spasiuk en el Teatro Roma. Las localidades están agotadas y la gente comienza a ubicarse en sus lugares. Entre los palcos del primer piso un grupo de veinteañeros comparte unos mates mientras espera que comience el espectáculo. Por fin, cerca de las diez, se apagan las luces y se abre el telón: un aplauso cálido abre la velada mientras se oyen los acordes “El camino”.
El violín de Víctor Renaudeau juega con el acordeón del Chango y el público escucha atento, como en un hechizo de serenidad y esteros. La “Suite nordeste” o “Tristeza” cobran vuelo entre las guitarras de Marcos y Sebastián Villalba, quien además presta su voz para los versos de “Viejo caballo alazán”.
El clima en todo el teatro se roza con la magia, con la serenidad y la alegría que florece entre la música de Spasiuk y su grupo. El silencio del público no sólo es señal de respeto sino que es casi la única respuesta posible, pues existen ciertas músicas a las que cualquier palabra les queda chica, ciertas músicas y momentos ante los que se calla, porque describirlos resulta imposible.
Cada canción es un mensaje y el Chango asegura “La música sirve para pensar, para conocernos. No hay que encasillarnos, no importa si hacemos jazz, tango o folklore, toda la música nos permite pensar. Éste no es un recital de chamamé, es un concierto de música”. El público ovaciona sus palabras que se fusionan con las melodías de una enérgica polca y festeja una novedosa versión de “Kilómetro 11” a puro sapucay.
La fiesta se ensanchó con la presencia de músicos invitados: Blas y Ernesto Martínez Riera, hijos del prócer de nuestro chamamé Blasito Martínez Riera, le aportaron nuevos matices a las melodías que bailaban en el escenario al son de las voces, guitarra y el acordeón. También, y aunque desapercibidos entre los numerosos asistentes, aplaudieron al creador de “Pynandí” los periodistas Rodolfo Bracelli -quién recientemente editó la biografía de Mercedes Sosa- y el además locutor, relator y melómano Víctor Hugo Morales.
Casi dos horas pasaron y la reunión llegaba a su fin. El público aplaudió de pie al nacido en Apóstoles y sus músicos, entre palmas y gritos que aclamaban “Olé, Olé, Olé, Olé, Chango, Chango” o bajo la insistente consigna de “El Chango no se va” lograron que el misionero y los suyos homenajearan a Ástor Piazzolla con “Libertango” y alguna melodía de esteros y yerbatales que emocionó al público, en muchos casos, hasta las lágrimas.
Tras un concierto memorable, una palabra fue constante en Spasiuk: “Gracias”.
Este hombre humilde, talentoso y rodeado de músicos virtuosos y capaces sigue enalteciendo nuestra música, y lo hace más allá de las fronteras locales: a fines de agosto tocará en la Feria Mundial de Shangai, en China y el Oriente se emocionará también con este compositor que construye puentes de música.