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Raúl Carnota se presentó sólo con su guitarra el sábado 1 de mayo a las 22 en La Peña del Colorado para ofrecer un recorrido por su repertorio, de temas propios, en co-autoría y de otros artistas.
“Para los que no me conocen….soy bastante contrera y como no está nada de moda la música de Buenos Aires, empecé así hoy mi recital, con tres temas desconocidos, bien de provincia”, decía el compositor, interprete, autor y cantante antes de comenzar a utilizar los sonidos de raíz folclórica para crear su propio lenguaje, siempre alejado del mercado, pero con mucha responsabilidad artística y pasión que colocan a este hombre que nació en Buenos Aires, en Almagro, en el `47 como un artista de los grandes. Cuando sube al escenario y se lo escucha cantar no caben dudas.
Durante el año y medio que estuvo probando experiencias musicales en los Estados Unidos, entre 1995 y 1997, realizó numerosas creaciones como “La Rosa Perenme” y esa noche, contó cómo surgió el tema: “esta letra la escribí en Los Angeles, una tarde que volví muy frustrado de una inmensa casa de discos porque no vendían ningún material de Chabuca Granda, la desconocían. Cuando retorné a Argentina, compuse la música y salió en forma de valsecito peruano, tal vez como pequeño homenaje para esta inmensa compositora”.
Continuó con “La Sixto violín” y siguió describiendo como su mirada ve el entorno del mundo cotidiano al narrar cómo compuso y escribió la poesía de “Camino hacia Quimili”: “Hace un montón de años, cuando era joven, mi carrera comenzó tocando con muchas personas, pero, además, formé un cuarteto de cuerdas para folklore que era un desastre, hacíamos giras interminables, dormíamos en los autos y, entonces, tuvimos una fecha en Santiago del Estero. Una noche, yendo hacia Quimili, atravesamos un camino de tierra desértico de unos 80 kilómetros. Todo eso me llamó mucho la atención porque fue como si hubiésemos pasado por la Luna”, evocaba Carnota con su empleo particular del lenguaje para que también, nosotros podamos sugerir sensaciones, emociones e ideas de aquel paisaje norteño.
“Acá en la Argentina tenemos muchas maneras de clasificar las cosas y es algo que también sucede con la música. Hay tipos que están todo el tiempo tratando de ver si lo que uno hace pertenece al género de la chacarera, zamba, gato, canción, vidala o huayno, aunque, en realidad, los artistas hacemos lo que podemos y todo es parte de la misma música y como no quiero entrar en ese tipo de discusiones, compuse una chacarera ‘sin red’…además – agregó - no me hagan explicar el ritmo, no señor, solo se tocar lo que me sale del corazón”, expresaba antes de expandirse en el desamor de la letra de "Desandando".
Pasadas las doce se despidió con “Ay soledad”, del Chacho Müller en una jornada como la de aquel sábado, donde también Caetano, por la tarde, estuvo ahí solo con su guitarra en Plaza Italia, como para que podamos interpretar que sin lugar a dudas el papel del artista sería salvar al hombre, dirigir sus pasos hacia un camino de belleza y esperanza, dotarlo de alas, de deseos y sueños, para hacer, por momentos, que la vida sea una creación perfecta.