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No hizo falta nada más. Bombo, guitarra y el violín de Andrea Leguizamón sobre el escenario para que se arme la fiesta en la Trastienda.
Quizás hace veinte años, allá por la Córdoba universitaria de los comienzos, ni Julio Paz ni Roberto Cantos hayan imaginando que hoy son de los pocos músicos que representan la esencia folklórica del norte argentino.
En una nota hecha hace un mes en Tucumán por este mismo medio, ante la pregunta de si son un referente para los jóvenes y si están cómodos con ese título, ambos coincidieron que están en un momento en que como artistas sienten que llegan a todo el público.
Así fueron estos encuentros en Buenos Aires. Dos funciones agotadas y una vendida en tan solo un día, revelaron el interés de un público compuesto por gente de todas la edades. La idea era simplemente encontrarse con la gente luego de una paso fugaz y multitudinario el mes pasado por Músicas de Provincia y otros conciertos formando parte de La Juntada, junto a Peteco Carabajal y Raly Barrionuevo.
Temas de todos sus discos anteriores como Chacarera de las Piedras, el 180, La Aparecida , Amor en las Trincheras, Escondido de la Alabanza, Alma Chayura y Canción de Mate Cosido, de Adrián Abonizio entre nuevos temas para disco que vendrá el próximo año, formaron parte de una noche en la que hubo lugar par el testimonio, la emoción y sobre todo, el baile.
Porque la sensación de estar en un concierto de “Los Copla” es la misma que uno siente al bailar en un patio de tierra santiagueño; la misma que se respira escuchando una zamba en los cerros tucumanos o un huayno en la quebrada.
Con Peregrinos, una canción que ya forma parte del ritual de la despedida, dijeron adiós, con el público pidiendo los bises que llegarían en forma de escondidos, gatos y chacareras, para seguir bailando y cantando, sobre una Trastienda convertida ya a esta altura, en aquel patio de tierra santiagueño.