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Hace 30 años fue la formación del místico conjunto Los Carabajal. Aseguran que volvieron para romper un tiempo individualista que bajó el nivel de musicalidad y para fortalecer el lazo sanguíneo. Hoy en La Trastienda inician un ciclo en el que mostrarán su nueva propuesta durante varios miércoles.
Los últimos años de la década del 70’ fue un tiempo de cambios para los conjuntos santiagueños. El bailarín Juan Saavedra convocó a Peteco Carabajal para que se sume a una gira que estaba realizando en Europa. Entonces, Musha dejó el trío que formaba -los dos restantes se alinearon con Los Manseros Santiagueños, grupo que también sufría modificaciones- para remplazar a Peteco, quien finalmente se arrepintió del viaje.
El destino quiso que por primera y única vez en la historia, Los Carabajal sea integrado por cinco personas de una misma familia: Musha, Peteco, Cuti, Kali y Roberto. Esa formación duró pocos meses y no quedó registro discográfico alguno.
Afortunadamente, por iniciativa de Roberto, el quinteto hoy vuelve con el nombre de Carabajales y con un disco sin estridencias, apelando a la madurez de las voces y a la agilidad de los arreglos. Regresan, dicen, con la posibilidad de creer en un proyecto en conjunto y con los mismos sueños de siempre.
¿Por qué vuelven a juntarse?
Musha: Por que hay una necesidad afectiva fundamentalmente, un lazo sanguíneo muy fuerte. Ahora tenemos la dicha que la vida de cada uno nos premia con todo esto. Es algo que a nosotros nos permite recordar la infancia, la convivencia y los sueños.
Kali: Ya estaba latente esa necesidad cuando Roberto trajo la idea, que apenas la lanzó nos ha fortalecido y hemos empezado a recorrer mentalmente lo que pasamos de chicos. Ahora estamos disfrutando de este presente que nos puso nuevamente juntos en este camino.
Cuti: No es algo improvisado, las cosas se dieron naturalmente. No estamos apurados.
¿Qué aporta Carabajales en la actualidad?
Peteco: Creo que este nuevo reencuentro va a ser el ejemplo de unidad y va a mostrar que juntos se hacen mejor las cosas, mucho más que individualmente.
Hace poco me preguntaban si en la familia Carabajal eran todos cantores con condiciones. Les dije que la mayoría cantábamos más o menos normal. Musha y Kali siempre tuvieron un tipo de voz que es adecuada para conjunto y nunca pretendieron ser solistas. Han sabido para que son útiles. Hoy cualquier que canta se larga como solista y presenta su grupo, los que están atrás. Es un tiempo muy individualista y por eso se fue bajando el nivel de musicalidad, de composición. Todo le mundo quiere tener sus propios temas y se ha dejado de soñar en conjunto.
Cuti: En la familia siempre nos hemos fijado en los mayores como ejemplo. Carabajales es un ejemplo porque hay otros chicos que vienen avanzando con la música y esto le puede servir mucho. Sin que sea una obligación para ellos, pero hace falta seguir fortaleciendo la familia.
El disco tiene una apertura en su repertorio que escapa a los límites de Santiago del Estero…
Musha: Consideramos que no sólo somos de Santiago del Estero, somos referentes de distintos puntos del país. En muchos lugares se canta las canciones de la familia y hay grupos que se parecen a Los Carabajal, que son amantes de la música de Santiago por nuestra familia. Hay temas que merecen ser respaldados con la propuesta de Carabajales, como Oración del remanso de Jorge Fandermole que es una canción que tiene muchas versiones pero la nuestra demuestra que es uno de los mejores temas de estos últimos tiempos. Es reafirmar al autor y abrir el juego para distintas regiones.
En cuanto al sonido del disco y sus componentes ¿Cuál es su estructura?
Peteco: En aquel momento -se refiere a finales de los años 70’- sentíamos que estábamos en la vanguardia. Siempre hemos marcado tendencia con el repertorio y hoy en día volvemos a poner esa propuesta. Una propuesta en punta con las canciones.
Hemos vuelto a ese momento cantando con guitarra, bombo y violín. Unos amigos nos dijeron que ‘más de uno va a tener que agarrar el manual de vuelta’. No es una pedantería, pero yo le veo un poco de razón a eso. Al estilo del conjunto no hay que tildarlo ni de moderno ni de antiguo, nosotros no volvemos con nostalgia a ese sonido, sino que es el sonido que siempre va a ser actual para nosotros. Nos proponemos un nuevo desafío sin estridencias, apelando a las voces, a los arreglos y proponiéndonos también cómo cantaría hoy un conjunto.
¿Cómo va a ser el reencuentro con el público en La Trastienda Club?
Peteco: Vamos a estar los cinco sin banda. Yo digo para graficarlo que este disco es sin platillo, al que quiera meterle un platillo le corto la mano. Es un descanso para el oído, lo digo yo que en mi grupo hay batería, bajo… este sonido para mi es el canto, el remanso porque hay fuerza, renovación y a la vez calidez.
El que mete un platillo, Peteco le corta la mano…
Roberto: (suelta una carcajada) No vamos a meter un platillo, nos sentimos muy cómodos con este sonido original. Es como guitarrear en el patio de la casa y darnos una satisfacción personal. Nosotros somos muy futboleros, esta es la selección y cada tanto hacemos un partido amistoso y la carrera de cada uno individualmente es como un torneo local.
La tapa del nuevo disco tiene una foto montada de hace 30 años con una actual ¿Qué ven cuando la miran?
Peteco: Las diferencias que encuentro son sólo por cuestiones técnicas. Las pieles no están tan lozanas pero el alma sigue fresca. Después, la expresión de la sonrisa sigue siendo la misma, tanto como la alegría. Digamos que por fuera son los cambios, pero con los mismos sueños de siempre.
¿Cuánto más va a perdurar la propuesta de Carabajales?
Musha: Vamos a seguir toda la vida porque es algo que lo sentimos de esa manera. Más allá de que uno grabe o no, vamos a ser toda la vida esto: Carabajales.