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NOTA DE INTERÉS

LA NOCHE EN QUE COSQUÍN VOLVIÓ A SER PURO CUENTO

23/01/2010

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Fue una noche de plaza llena, con una Próspero Molina rozagante, alegre y con ganas de disfrutar del viernes cálido y estrellado sobre Cuzco Chico. Luego de una brillante arenga sobre las comidas criollas a cargo del cordobés Marcelo Simón, de una lección de puesta en escena y fiesta a cargo de Jorge Rojas durante casi dos horas, de un inolvidable desafío entre un malambista sureño y otro norteño y de una cátedra de criterio a cargo de la delegación de la provincia del Chaco con el grito ancestral, Cosquín volvió a vibrar con su esencia: Luis Landriscina volvió al escenario mayor a contar historias costumbristas pasadas y otras de una actualidad y frescura comprobable.

“Yo soy una parte testimonial de la historia porque vine en el cuarto Cosquín. Cuando yo agitaba los blasones en Buenos Aires, que venía de Cosquín, no todos estaban enterados de que existía Cosquín y me hacían algunas bromas pesadas que yo nunca las puse en mi repertorio, pero vi que iba creciendo año a año y hasta el año setenta y cuatro seguí viniendo a los festivales y en el setenta y cuatro retiré el equipo de la cancha y al que venía de tanto en tanto era a Cosquín por una cuestión de gratitud porque me debo a Cosquín. Y lo que más me alegra es ver, no solo que ha crecido, sino lo que decía allá arriba del escenario: sigue siendo el sueño de todos los provincianos. De los que bailan, de los que cantan, de los que componen, de los que tocan música, de los que cuentan, de los que recitan, dedican su vida al escenario de Cosquín, es como para los musulmanes la meca. Creo que es lo más saludable porque hay mucha gente joven y no son los jóvenes de la época nuestra que éramos tono y dominante. Hoy los chicos saben música y que atraigan aunque sean con instrumentos que algunos le chocan un poco porque la batería, la guitarra eléctrica, a mi no me importa con qué tocan: están interpretando autores de su tierra. Como le dije una vez a un amigo que estaba un poco en el cambio de la cosa, buscando hacer una suerte de Piazzolla del folklore, que era muy pretensioso por supuesto, pero tenía con qué: entonces le digo mirá, vos viste que hay ahora una materia nueva en agronomía que es paisajismo y ahí les enseñan a podar. Y que pueden hacer maravillas con un árbol: convertirlo en un mate, en una guitarra, en una persona, digo, pero ojo con tocarle las raíces. Y este es el tema que siempre yo les perdoné a los muchachos que tienen instrumentos estrafalarios para algunos, pero mientras no toquen las raíces, está bien que lo hagan porque están en su tiempo. No se olviden que cuando Los Chalchaleros vinieron a Buenos Aires, para muchos eran unos atrevidos, unos irrespetuosos, porque antes que eso, los grupos folklóricos por radio, tenían treinta integrantes. Entonces, llegan tres guitarras y un bombo, son unos irrespetuosos. Con el tiempo pasaron a ser el emblema de lo tradicional. Entonces uno tiene que ir acompañando los tiempos y no ser muy obsecuente y respetarle a los jóvenes que quieran vivir como sus pares, pero hay que agradecerle que en vez de tocar música de otros lares, sean la de los autores argentinos”, decía el histórico cuentista, con todo el tiempo del mundo a su favor, a la gran cantidad de periodistas que escuchaban sus respuestas.

Muy pocas veces he visto a una plaza tan expectante y atrapada frente al relato. Los vendedores de café quebraban el aire ofreciendo su producto. Lo mismo hacía el pochoclero. Pero nada sacaba del foco de atención a las miradas. Luis seguía con su relato mientras los jóvenes de la delegación chaqueña se sentaban sobre el escenario y miraban maravillados al artista más universal que dio el Chaco en su historia.

“Hay que agradecerle a toda esta pibada joven que arrancó con La Sole, que invitó a los jovencitos y a las jovencitas a ponerse una banderita argentina en la bombachita negra o en la camisetita, porque en muchos casos parece que nos diera vergüenza ponernos la escarapela y La Sole logró eso. Esas cosas hay que agradecerlas. Los Nocheros, Los Tekis, Los Alonsitos, son toda gente que fue cambiando la cosa y fue trayendo jóvenes hacia un lugar donde empezaron a descubrir a Yupanqui, a Falú, a Dávalos, a tantos autores. Y La Sole misma empezó interpretando a los grandes autores argentinos. Y ella se vino solita a la plaza… después decían: el aparato. ¿Qué aparato? Se paró en la plaza, no la conocía ni la familia. Y se paró la plaza. Quiere decir que tiene un ángel especial y hay que darle gracias a Dios que haya elegido para este lado. Pa´ cantar cosas nuestras y que le haya cambiado la cabeza a un montón de chicos que ahora la siguen para todos lados y la respetan”.

El poncho lo cubría en su lado izquierdo y su traje era impecable. La cámara quedaba fija en su rostro. Las risas brotaban y las lágrimas rodaban por más de una cara. Sobre su profesión y el compromiso del legado respondía: “Hay uno que sigue pachorriento como yo que es Cacho Garay. Pero los medios son los que le sacan el provincianismo a los narradores, porque les dicen: tres chistecitos cortitos, rápido, rápido. Y entonces el tipo que contaba unos cuentos hermosos, que tiene capacidad para ver, porque para eso es provinciano y tiene capacidad para contar porque hay quien tiene tiempo para escuchar, se convierte en un contador de chistes en vez de un contador de cuentos. Entonces yo le agradezco a Cacho Garay que no se ha dejado apurar. Él sigue con la pachorra de su Mendoza y Dios quiera que le dure, es por ahí por donde pasa la cosa. Pero graciosos hay muchos y muy buenos, y acá en Córdoba, donde le pegas una patada a un ladrillo y de abajo salen seis. Porque son todos buenos acá”.

Recordando su primera oportunidad en el festival mayor del folklore, Luis decía: “el tema es así: la delegación salía de Resistencia y era de la peña Martín Fierro, ya estaba organizada. El entonces gobernador del Chaco que era de Villa Ángela y el intendente de Villa Ángela, el Ministro de Salud Pública, hicieron fuerza para que me integren a mí y a Jovita Díaz que era de Villa Ángela. Y yo elegí un cantor de Barranqueras que se llamaba Marcial Suárez, que ya no está entre nosotros, para que hicieran dos temas estrictamente chaqueños que yo había compuesto: uno dedicado al cachapé y otro al cosechero de algodón. Y yo abrí la delegación con el poema Casi Gringo. Que se según don Lázaro Fleury que era del jurado en aquel tiempo, me dijo que les pareció  en ese momento como un grato atrevimiento, que era un atrevido pero gratamente atrevido, porque me animaba en el Festival Nacional del Folklore, hace cuarenta y seis años, a decir que era hijo de gringos. Cuando en ese entonces todos se cambiaban los apellidos por las dudas: Yupanqui era Chavero, Chacho Santacruz era Cladera, Oscar Valles era Mazzanti, Palmer de Los Quilla Huasi era Paglia, y te puedo seguir nombrando, el que no era gringo le pegaba en el palo. Entonces le llamó la atención y generosamente Ra


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