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Lucrecia Longarini presentó el martes su primer trabajo discográfico “A orillas del sol” junto a los músicos Javier Lozano (piano y coros) y Mario Gusso (percusión). Tuvo como artistas invitados a Jorge Viñas, Aldy Balestra y al excelente guitarrista Luis Salinas.
Cuando uno se dispone a presenciar un recital, concierto, presentación de un disco, piensa, equivocadamente quizás, que asiste solamente a un espectáculo musical. Muchas veces, también, se prepara para emprender un viaje mágico donde el hecho artístico hace las veces de conductor.
El punto de partida de este viaje es indudablemente Dudignac. Un pueblo de la provincia de Buenos Aires a punto de cumplir 100 años (en 2011) y una de sus hijas es Lucrecia Longarini, que acaba de editar su primer trabajo discográfico, hoy llamado C.D.
El lugar colmado por gente ansiosa de ver el producto, los mozos que recorren el salón con sus chirriantes parrillas para satisfacer las demandas gastronómicas de la concurrencia, un escenario con el emblemático nombre de Mercedes Sosa al que le han sumado un retrato serio y adusto de la cantora recientemente desaparecida y, de repente, se bajan las luces y se enciende el motor del vehículo que nos transportará en nuestro viaje. Comienza el espectáculo.
Ella (cito a Antonio Rodríguez Villar, presidente de la Academia del Folklore) bella, fina y atractiva, dueña de una preciosa voz, afinación y buen gusto, se adueña del escenario y comanda nuestro paseo a través de un repertorio que recorre no sólo nuestro cancionero popular sino que se extiende con ciertos ritmos latinoamericanos.
En ella conviven sin discordia alguna autores clásicos como Cuchi Leguizamón, Manuel Castilla, Tito Francia, Chabuca Granda, Linares Cardozo y los Hermanos Simón, contemporáneos como Carlos Di Fulvio, Jorge Viñas , Hilda Herrera y Jorge Marziali o Jorge Fandermole y Aldy Balestra, entre otros.
Sustentada por la excelencia de Javier Lozano (acompañante de Fito Páez y Luis Salinas, entre otros) en piano y la delicadeza de Mario Gusso (Patricia Barone y Wiily González, por citar algunos de sus trabajos) en percusión, ambos partícipes necesarios en la belleza lograda tanto en el disco como en la presentación.
Poco importó el desfile de bandejas y los comensales, los mozos y las buenas mozas, muchas de ellas llegadas desde Dudignac, las copas y cubiertos, todo, absolutamente todo quedo subordinado a lo que, desde el escenario, ofrecían los artistas.
Desde el místico remanso se construyo entre suspiros un puente hasta la misma orilla del sol cruzando zambas, chacareras, alguna cueca con la guitarra cuyana de Jorge Viñas, alguna milonga y aquella canción de cuna costera que hace cuarenta años uno cantó en alguna fiesta escolar. Recuerdos y emociones enlazadas por la música y, como queriendo volver al punto de partida, Aldy Balestra se sumó para interpretar con su guitarra y sus coros el tema que da nombre al trabajo en cuestión: “A orillas del sol” que le pertenece en sus versos y con la música de ese gran artista curuzucuateño que fue Petu Fernández.
Y sí, es verdad, quien no desea quedarse en su pueblo un día, todo el viaje nos fue referenciando ese lugar que la vio nacer y crecer y que la envío al mundo, que representa esta gran ciudad, para beneplácito de quienes amamos la buena música.
Y cuando todo estaba dicho, cuando hasta la misma Mercedes parecía sonreír satisfecha desde su retrato, vino una yapa, con la generosidad de los grandes, uno de los espectadores subió al escenario para deleitarnos con la magia de sus dedos (¿serán diez?). Luis Salinas interpretó un tango y luego convocó a Lucrecia y cerraron con una versión antológica de “Chayita del Vidalero”.
Muchos nos fuimos esa noche llenos de música y sabiendo que hay un pueblo en la provincia de Buenos Aires que no conocíamos. Quizás, dentro de unos años, gracias a Lucrecia Longarini, a su arte, el mundo conozca a Dudignac, porque como bien cuenta Aldy todos tenemos un lugar donde quedar para siempre en el regazo de nuestro pueblo. En el mismísimo cielo… justo ahí… a orillas del sol.
Claudio Rabino