Notas
CRÓNICA EXCLUSIVA

VIRTUOSISMO A DÚO


03/08/2009

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RECORDAR


Con el auditorio de la Casa de Tucumán colmadísimo, con gente sentada en el suelo, rodeando a los músicos como ritual ancestral del hombre con la música, Luna Monti y Juan Quintero volvieron a desatar el viernes 31 de julio su singular fuerza expresiva, nada distante, alegre, vital y de un brillo único.

“Si te vas, camino escondido de la eternidad. Si te vas, camino perdido te vine a buscar”, cantaba Luna el tema “Caminito”, de Orozco/Barrientos, como primer canción del recital para comenzar a verbalizar sensaciones con toda la potencia de la buena poesía.

Siguieron con, de su último disco Lila, "Garzas viajeras", del uruguayo Aníbal Sampayo, "Maricón", de Juan Quintero , “Pal Sordo”, “La Mudita”,  de Juan Falú y Pepe Nuñez, "Rosario Pastrana", y luego, llegó una versión del chamamé "El cosechero", de Ramón Ayala, donde hicieron el tema casi a capella, con la única intervención del sonido de una percusión, donde sacaron a escena una fuerza interpretativa de enorme solidez.

Luna y Juan tienen una dulzura al hablar que también se transmite en sus canciones, y esa noche, además, quedó plasmada cuando preguntaron al público que tema querían escuchar y se pudo escuchar la voz de una chiquita de pocos años que comenzó a cantar las primeras estrofas de “El Niño Caníbal”. Más adelante, hicieron "Sin luz de amanecer", de Orozco – Barrientos, “Chipá de Vallaco” y “Aire seré”.

Juan Quintero y Luna Monti se conocieron gracias Raúl Carnota, presente esa noche en el auditorio, por eso hicieron la canción que inmortalizara junto a Suna Rocha, “Este Manuel que yo canto”. Luego, vendría “El matecito de las siete”, “Verde romero” y "Confesiones del viento", de Yacomuzzi y Falú.

Para cerrar hicieron con el solo acompañamiento del sonido de sus palmas “Ceniza negra”, donde la única respuesta posible a tanta intensidad, a tanta belleza, fue el aplauso cerrado del público que los despidió de pie.


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