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“Yo voy a la masa, al pueblo y no quiero salir de él. Soy un personaje típico como el ochenta por ciento y así, como diciéndome a mi mismo, puedo estudiar el personaje humano y cuál es el punto que no enlaza a todos. Algunos que salen de su tierra, de su medio, pierden lo auténtico” (José Ignacio Rodríguez).
“…De nuevo estoy de vuelta, mi tropa está en la huella, arrieros musiqueros me ayudan a llevar, tuve que hacer un alto por un toro mañero allá en el calicanto, a orillas del sauzal...”. Parece extraño que poesías como “Luna Cautiva”, uno de los himnos del folklore argentino haya nacido entre cuatro paredes junto a 59 canciones más, demostrando la fidelidad a la escritura, al aprendizaje y el deseo de cantor que no se detuvo con las adversidades, una de las tantas que tuvo la carrera de Don José Ignacio Rodríguez.
El Chango Rodríguez -seudónimo popularmente conocido- nació el 31 de julio de 1914 y ya desde niño tuvo la curiosidad de saber sobre los misterios de la guitarra, partiendo en los años en que su madre riojana, Doña María Rivolta, organizaba las fiestas de fin de curso en la escuela que dirigía, enseñando a los alumnos acompañamientos instrumentales y canto. Aquellos fueron tiempos de “Eduardo Toberán”, nombre que el Chango se autodenominó para salir al ruedo.
“Vidala, tengo una copla, no me la vas a quitar”, le dijo un hombre reclinado a un árbol en un sueño que tuvo y a partir de allí, su primera composición llamada “Vidala, tengo una copla” fue el disparador que no se detendría, incluso, ni con la muerte.
El artista, con su novia guitarra comenzó el camino de los escenarios debutando en La Rioja y llegando a Buenos Aires con nulo éxito, pero su crecimiento como poeta y compositor llegaría en los 40, cuando en Bolivia y Perú estudió literatura andina y continuó con sus composiciones; si bien, su música no tuvo los resultados esperados, jamás se dejó vencer por el dolor y volvió al país para grabar su cuarto larga duración, su última esperanza y apuesta en el ambiente del folklore.
“Volveré, volveré, me espera la noche vestida de azul, y hasta el arroyito que baja del cerro traerá recuerdos de mi juventud…”. Volvió a la docta con canciones que marcaron un antes y un después en su carrera artística como “Zamba de mi madre” y “Zamba de abril” y por ese entonces, los ojos oscuros y su mirada inocente recibirían la fidelidad de la música que ni aún en los sesenta supo abandonar.
Fue acusado de matar a un hombre en una pelea y apresado desde 1963 al 67 pero siendo un preso más, sus compañeros lo admiraban por sus dotes de artistas y compuso 60 canciones, entre ella “Luna Cautiva”, inspirada en la Gringa, la señora, Lidia Haydeé Margarita Bay, con quién contrae matrimonio el 8 de enero de 1965, estando en la cárcel.
Además de las nuevas poesías que enriquecieron el cancionero, El Chango Rodríguez inventó más de 10 ritmos con el objetivo de anexarlos a las danzas populares: “Tengo ya casi diez ritmos nuevos, la característica de ellos es la de su posibilidad bailable, pero dentro de la coreografía actual, es decir, aquellas de los bailes modernos: la pareja baila agarradita…”. Entre ellas se destacaban los ritmos de Aire de gato, Burbujas, Carnaval Moderno, Marea, Takirari de fuego, Litoraleña, Carpero, El Playero y Milonga Rápida, entre otros.
En función de la difusión del folklore, tuvo su programa radial en LV2 Radio General Paz en 1969 llamado “El fogón de los arrieros” y siempre inspirándose en el sueño y en sus palabras: “Mi deseo es transmitir y enseñar mi cariño por la música, a todos aquellos que esperan la definitiva consagración del folklore”.
Ha compuesto verdaderos éxitos como "Del Cordobés", "La Balandra", "Zamba de Alberdi", "Gaviota de puerto" y "De Simoca", entre otros, aún cantados por miles de artistas de todo el territorio argentino.
A pesar de su muerte, el 7 de octubre de 1975, sus trece discos y sus canciones siguen latentes como una fuente de conocimientos, una escuela de aprendizaje de un artista que dejó en manos de la música, la libertad de su tiempo en función de dejar en el aire de ideales, el folklore hasta la eternidad.